Cuando la semana pasada una publicación distinguió a Ricardo Oliván como el mejor consejero de Sanidad de España, los colectivos profesionales no daban crédito. Apenas unos días han bastado para encontrar nuevas razones de estupor. Las urgencias de los hospitales aragoneses, servicio básico en cualquier sistema público de salud, vuelven a estar colapsadas. La falta de personal y la deficiente planificación para atender los picos de demanda están detrás de este problema recurrente que no ha hecho más que empeorar desde que el oscense tomó las riendas del departamento. Hace solo unas semanas, con el anuncio del cierre de urgencias básicas en el centro de salud de Sagasta, ya se advirtió que los hospitales no podían recibir más presión. Es un hecho que hay que ahorrar, pero no a costa de una merma tan brutal en las urgencias.