Alejandro Amenábar es un guionista y director de cine español (aunque chileno de nacimiento) que debe ser considerado como uno de los mejores. Hay un dato en su biografía que ya por sí solo confirma esto que acabo de escribir: José Luis Cuerda, ese genio, apostó por él en sus inicios, llegando a producir algunas de las películas del entonces novato. Si nos quedamos con los premios, los tiene todos, un óscar, decenas, sí digo bien, decenas de goyas, pues sus películas los tienen, e internacionalmente se ha ganado una merecida fama en los más prestigiosos festivales. Es muy arriesgado, ya lo fue con su ópera prima, 'Tesis', y ha continuado con todas las demás, especialmente con 'Ágora' y 'Mar adentro'. Con él han trabajado algunos de los mejores actores, desde luego españoles, con Bardem a la cabeza, e internacionales, como Rachel Weisz o Nicole Kidman. Su última película, 'Mientras dure la guerra', es otra apuesta muy arriesgada.

Miguel de Unamuno es uno de los grandes intelectuales de nuestra historia. Si solo juzgásemos su obra, ensayística y literaria, nadie lo discutiría, pero hay más, mucho más en su compleja y larga trayectoria. Fue, sobre todo, un hombre público, que participó en el debate político en prensa, en conferencias, muchas, y en el parlamento. Solemos atribuirle a Émile Zola (affaire Dreyfuss) el honor de ser el primer intelectual que se lanzó al barro del debate político en prensa, fue el iniciador de una figura que podríamos llamar opinador. Y en España el primero y uno de los más activos fue Unamuno (Juan Marichal: el intelectual y la política).

La guerra civil sigue estando muy viva en España. Hay quien opina que deberíamos ir dejándola ya fuera de nuestro debate. Yo no comparto esa opinión. Fue un episodio tan lamentable y cruel que no deberíamos olvidar. Y, ¡ojalá!, fuéramos capaces de seguir sacando conclusiones sobre ella y su origen, lo que no tengo tan claro. Hacer una película sobre la guerra civil es arriesgado y, siguiendo con su trayectoria, Amenábar se ha atrevido.

Confieso que no quise ir a verla al principio. Los resúmenes que de ella se hicieron e, incluso, las manifestaciones del director y de algunos actores, me pusieron en guardia. Temí que la tesis principal fuese la de los neutrales (Paul Preston: 'Las tres Españas del 36'), algo que intelectualmente me parece muy sugerente pero complicado de desarrollar. La guerra la provocaron los militares sublevados y creo que hay que partir siempre de ese principio, ya que hacerlo de otro modo es falsear la verdad. Finalmente la he visto, sería estúpido por mi parte no hacerlo. Formalmente es muy buena y algunas interpretaciones me parecen magníficas, Santi Prego hace un Franco muy creíble, y Karra Elejalde borda el papel de Unamuno.

Históricamente dos son los núcleos de la película; primero, el apoyo de Unamuno a los militares sublevados, incluso con dinero, y su aparatosa rectificación en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, en presencia de Carmen Polo; y, segundo, las dos reuniones, de 21 y 29 de septiembre de ese año, en las que Franco se convierte en el mando supremo de todo, militar y civil, a partir de entonces.

El apoyo de Unamuno a la sublevación, visto bajo una óptica racional, fue incomprensible. Si lo hacemos conociendo al personaje no nos debe extrañar. El principal rasgo de su personalidad, si tuviésemos que destacar uno solo, sería la soberbia. Su punto de vista, el de ese momento, que no tenia por qué ser el de unos minutos antes, era lo importante. Hay una escena en la película donde se refleja muy bien, son ellos, dice, los que están contra mí, todos ellos. Alguien que estuvo contra la restauración, contra la monarquía, contra la dictadura, contra los españoles (frente a los vascos), contra los vascos (enfrente de los españoles), contra la Segunda República, tenía que estar, en algún momento tenía que llegar, contra los militares sublevados.

Las dos reuniones citadas fueron decisivas en el futuro, de la guerra, y de España. Históricamente la película, en este punto concreto, no es muy fidedigna, aunque debemos entender que las exigencias estéticas a veces hacen que se deban tomar licencias no ajustadas a la estricta verdad. El protagonismo de la finca del empresario taurino Pérez-Tabernero no queda claro, así como la presencia de Nicolás, el hermano de Franco, o la excesiva, en la película, no así en la realidad, de Millán Astray. No se destaca lo suficiente el episodio del Alcázar de Toledo como algo definitivo en el ascenso de Franco, y lo fue.

En definitiva, merece la pena verla. Quienes tenemos ya muy formada una opinión sobre la guerra civil y sobre Unamuno disculpamos las licencias del director y lo felicitamos porque el resultado final, en su conjunto, está muy logrado. La duda que a mí me queda es saber lo que deducen, tras ver la película, aquellos, sobre todo jóvenes, que no las tienen. Me gustaría creer que les ha ayudado a reflexionar.

*Militar. Profesor universitario. Escritor