A la vista del desarrollo de las campañas de vacunación y de las esperanzas puestas por muchos Estados en el plan de reconstrucción aprobado por la Unión Europea puede decirse que la pandemia ha operado como un mecanismo cohesionador de los Veintisiete, ha cancelado muchos tabús y ha dado nuevos bríos a una vieja idea: mejor juntos que cada uno por separado. Esa realidad no debe servir para esconder otra, la que se refiere a la solvencia y eficacia en la gestión de los acuerdos con las farmacéuticas que han desarrollado vacunas contra el covid-19. Hay ahí aspectos bastante mejorables que, de no solucionarse, arriesgarán el cumplimiento de los plazos de vacunación e inmunidad de grupo, que en España prevén que alcance el 70% durante el verano.

Salvo para los oportunistas que pretenden utilizar los problemas de suministro para descalificar en bloque la labor de la Comisión en tan complejo asunto, es evidente que la decisión de que fuera la Unión Europea la que comprara vacunas en bloque fue un acierto. La efectividad de una compra por países hubiese sido lastimosamente menos efectiva por no decir inviable para algunos socios, y solo unos pocos hubiesen podido beneficiarse en primera instancia del ingente esfuerzo científico, tecnológico e industrial para disponer de una vacuna bastante antes de cumplirse el primer año de la declaración de la pandemia. Cosa distinta es el contenido específico de los contratos firmados con los laboratorios, los problemas logísticos aducidos por estos para proporcionar menos viales de los comprometidos y la capacidad de Bruselas para lograr que se cumplan el espíritu y la letra de lo acordado.

Sobre todo ello deberá dar explicaciones el miércoles en el Parlamento Europeo la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. Quizá deben los negociadores afilar y afinar sobre la marcha la reclamación del número de viales esperados para cumplir con los planes de vacunación, pero tal necesidad no debe alimentar una descalificación global de lo hecho gracias a la unidad europea. Nadie hubiese apostado antes de declararse la pandemia que la Unión Europea dispondría en el plazo de unos meses de dos herramientas para afrontar los estragos sufridos como los acuerdos globales con diferentes farmacéuticas -en los próximos meses se someterán a aprobación las vacunas de no menos de otros cuatro laboratorios- y los 750.000 millones de euros destinados a paliar los efectos económicos del mal. En el comportamiento unitario de los europeos, no exento de tensiones, como por lo demás era de prever, hay un mecanismo de consolidación de la Unión Europea como una realidad política y no solo como un club económico.