El pasado miércoles se clausuró oficialmente el curso de la Universidad de la Experiencia. Un acto que se realiza cada año en las dieciséis sedes que la Universidad de Zaragoza tiene en Aragón y que, en esta ocasión, vivimos con una sensación difícil de explicar. Aunque la tecnología nos acercó desde nuestras casas a los alumnos de Alagón, Alcañiz, Barbastro, Binéfar, Calatayud, Caspe, Ejea, Épila, Fraga, Huesca, Jaca, Monzón, Sabiñánigo, Teruel, Utebo y Zaragoza, sabíamos que faltaba algo. Nos faltaba lo esencial, el contacto, ese conversar, antes y después, en los pasillos. Porque, si el amor por el conocimiento es el motor de estos alumnos, no hay que olvidar la función social, tan necesaria para quienes la vida les va robando amigos y otros seres queridos.

A quien ya tiene una edad se le llama veterano, o directamente abuelo cuando no se atreven a decir viejo. Yo me quedo con el adjetivo que usan los argentinos, gente grande. Y, en efecto, son muy grandes, no solo por el número de años.

Disfruto con mis estudiantes de Psicología, pero los alumnos de la Universidad de la Experiencia, los más grandes, son para mí especiales. Algunos no pudieron cursar bachillerato porque vivieron tiempos duros, hay amas de casa que dejaron sus horas en lograr que sus hijos hicieran carrera, los hay que cursaron estudios y ahora inician otros distintos. Jamás nos creen cuando aseguramos que somos nosotros quienes verdaderamente aprenden. Nunca fue tan cierto eso de que «más sabe el diablo por viejo», con perdón, que ni son viejos ni diablos, pero portan experiencias vitales, felices y dolorosas, que nos hacen más sabios a todos.

Hemos vivido crisis que han puesto en peligro la continuidad del proyecto y siempre hemos salido, porque gente tan grande resiste lo que haga falta. Hoy cualquiera afirma que vio venir esta pandemia antes que la OMS y buscan culpables sin asumir ni un gramo de responsabilidad. Pero quienes primero la vieron asomar fueron los mayores. Por eso se quedaron en casa y asumen que el próximo curso deberá seguirse por video-conferencia y por correo electrónico. Se han pertrechado de ordenadores, han descargado las aplicaciones, y aguardan impacientes su regreso a las aulas para compartir sus experiencias. También yo cuento los días para darles un abrazo grande. H *ProfesorSFlb