La dimisión forzada de Carlos Muñoz como diputado en el Congreso y secretario general del PP de Teruel por sus viajes a Canarias pagados con fondos públicos ha provocado una herida inesperada en el centroderecha aragonés. Para destacados militantes de la formación, el número dos de los conservadores turolenses se ha convertido en víctima propiciatoria y parcial de una crisis nacional cuando el verdadero villano de esta historia mora a cientos de kilómetros de Aragón.

La presidenta popular de Teruel, Carmen Pobo, se queda sin su delfín y parte de la militancia joven sin una referencia sobre la que creían que pivotaría el futuro del partido en la provincia, cada vez con menos peso en la organización regional. Puestos a perder, el PP se queda incluso sin el escaño, que ha pasado a la tercera de la lista del 2011, la militante del PAR Carmen Fortea

Tenía razón el presidente de Extremadura José Antonio Monago, cuando creía que la filtración de sus constantes y sospechosas expediciones a las islas afortunadas había sido realizada por un grupo de "rompepiernas" que iban a a por él. Lo que jamás imaginó es que en esa pelea de bajos instintos y peores intenciones las extremidades quebradas serían las de uno de Teruel que pasaba por allí. Y es que Charly, como le conocen sus contemporáneos en la capital mudéjar, tenía reservado en esta historia el papel de los actores secundarios en las películas del oeste. Esos que en el fragor de una bronca de salón se meten de por medio para recibir la bofetada o el silletazo reservado para el protagonista.

LA PRESIDENTA DEL PP aragonés, Luisa Fernanda Rudi, hizo lo que debía sacrificando a su peón en el momento en el que tomó la decisión porque la lógica marcaba que habría más damnificados por el caso de los viajes a Canarias para cuestiones personales pagados con el dinero del Congreso. Pero esa ejemplaridad no ha sido secundada por su propio partido, que en la cumbre del pasado fin de semana en Cáceres cerró filas con un líder extremeño al que le bastó con soltar cuatro lágrimas de cocodrilo para ganar tiempo y buscar una salida.

A Mariano Rajoy, confundido entre la realidad y la ficción, el PP se les está escapando de las manos como se puso de manifiesto en esa reunión pretendidamente regeneradora con final truncado. Antepuso los intereses estratégicos de su partido para mantenerse al frente de una comunidad con mayoría de izquierdas y relajó cualquier pretensión de que las cámaras nacionales garantizaran cortapisas a los gastos opacos como reacción al escándalo.

El presidente del Congreso, Jesús Posada, de los más listos entre los conservadores, lo entendió a la perfección cuando a las pocas horas zanjó este debate afirmando que la Cámara no podía imponer ese control político a los diputados. Asunto resuelto: el Congreso seguirá complementando el salario de sus señorías con una cifra equivalente de gastos de representación, repartida de manera arbitraria y libre por los grupos políticos. Tampoco el portavoz popular, Alfonso Alonso, ayudó con manifestaciones similares, quitándose de en medio.

Pero si las declaraciones de Posada y de Alonso no habían sido suficientemente elocuentes lo peor para la víctima aragonesa del affaire canario se produjo el pasado viernes. Tras la rueda prensa en la que el presidente Monago volvía al punto de partida y no solo se defendía el caracter político y de trabajo de sus desplazamientos, sino que se retractaba de su anuncio de devolver el dinero. Muchos en Teruel se ratificaron en el error de actuar en caliente contra Muñoz, que encima tenía pareja y, supuestamente, residencia disponible en Tenerife.

Luisa Fernanda Rudi siempre podrá defender que ha sido ejemplarizante en sus respuestas ante cualquier comportamiento irregular o dudoso en su formación; del mismo modo que quienes veían en el dimisionario una esperanza de futuro se han quedado sin referencias en un partido que envejece al mismo ritmo que lo hacen sus cargos públicos.

Visto el desigual desenlace del caso de los viajes opacos, que no solo provoca el descrédito en las filas del PP, sino en las del conjunto de cargos públicos, urgiría que ese pacto aparentemente imposible de regeneración democrática se reactivara y fuera posible.

De entrada, con una financiación suficiente y transparente de la actividad política, tanto en los partidos como en las instituciones. Y para continuar con la adopción de medidas homogéneas de control sobre prebendas, regalos y tratamientos que permitiera al ciudadano, atónito ante el creciente clima de tejemanejes y corruptelas generalizadas, saber a qué atenerse. De lo contrario, algún que otro actor secundario como Carlos Muñoz se seguirá llevando todos los golpes en las peleas interesadas de baja estofa, y no solo los que pudieran corresponderle por sus excesos o por sus menudencias.