El arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, sorprendió ayer al anunciar la renuncia al cargo eclesiástico. No había trascendido que la decisión se la presentara al Papa Francisco hace ya unos meses, aunque se hizo efectiva ayer. Sus 69 años y la vitalidad de la que hace gala en la actividad pastoral y social que desarrolla, incluso su carácter extrovertido, no hacían presagiar que se sintiera superado por las exigencias del cargo. Sin especificar demasiado, él mismo atribuyó a motivos de salud la decisión. También se baraja el agotamiento ante posibles intrigas de las que la Iglesia nunca ha estado exenta. Ureña lleva casi una década dirigiendo los destinos de la archidiócesis. Su don de gentes le ha facilitado una aceptación en todos los estamentos sociales y el reconocimiento por impulsar el Museo Diocesano o la restauración del Pilar.