La reunión que mantuvo ayer Renfe con el director general de Transportes del Gobierno de Aragón, Gregorio Briz, para desencallar la posible supresión de varias frecuencias de los trenes regionales en la comunidad solo puede calificarse de decepcionante. Es del todo inaceptable que después de más de quince días de protestas tras conocerse que se iban a suprimir diversos servicios entre Zaragoza y Lérida (pasando por Monzón y Binéfar), Zaragoza y Caspe por Fayón o Zaragoza y Teruel, la conclusión del encuentro de ayer sea que volverán a reunirse. No basta con eso y con el compromiso de la compañía estatal para mantener una cita con los alcaldes de las poblaciones afectadas, que ya han mostrado su enfado ante la supresión de unos servicios fundamentales para sus municipios y comarcas. Es necesaria la implicación de la empresa para que el Gobierno de Aragón reconsidere su posición y continúe el convenio que implica la aportación de 4 millones de euros de fondos autonómicos.

La política ferroviaria española en las últimas décadas ha consistido en prestar un extraordinario servicio de alta velocidad, a veces incluso sobredimensionado. Unas líneas que unen las grandes capitales del país y la inversión ha sido costosísima. La alta velocidad se ha desarrollada en detrimento del verdadero sentido vertebrador del ferrocarril, que son los servicios de media distancia y regionales, hoy prácticamente inexistentes y mucho más en Aragón. Sin ir más lejos, ayer se produjo el enésimo incidente en el Canfranero, con un incendio por un nuevo fallo mecánico que obligó a desalojar a 21 pasajeros.

Por tanto, los servicios son escasos y la calidad muy deficiente. Si a eso se le une que las frecuencias de los horarios que se habilitan son francamente incómodas para los pasajeros, y completamente irracionales, se da la circunstancia perfecta para que cada vez se usen menos. Y ese es el perverso argumento que se emplea para eliminar servicios. Si lo usa muy poca gente, para qué mantener un tren muy deficitario. Si Renfe fuera sensible a este problema, con trenes cómodos y modernos y horarios racionales, sería un servicio mucho más usado de lo que es actualmente y como sí lo era en el pasado. Por tanto, la compañía nacional debe ser sensible a un medio de transporte vertebrador, y mucho más en un momento en el que la despoblación se supone que está en todas las agendas políticas.

Es urgente que en la próxima reunión se desencalle este problema y que el Gobierno de España y el de Aragón firmen un convenio justo y adaptado para mantener los servicios amenazados.