El progreso es regreso y, por eso, la Economía Circular, que nació obligada por la recesión, ha llegado para quedarse porque lo urgente es desarrollarla cuando parece que la recuperación es un hecho. Esta es la síntesis de la interesante jornada organizada por el grupo aragonés del Club de Roma, que impulsa un revolucionario cambio social para sostener el Planeta finito de recursos. Mientras la atención política e institucional se entretiene en remover fangos que nos impiden avanzar, científicos como Antonio Valero, director del CIRCE, reúne a un grupo de expertos en sostenibilidad y Bioeconomía, y empresas que trabajan en la recuperación de residuos y la reutilización de materiales para darles hasta cuatro o más vidas. Lo que plantea la Economía Circular es una transición socioecológica para regenerar los suelos fértiles que se degradan a marchas forzadas, para ahorrar miles de millones en materias primas y energía (cada año tiramos a la basura 80 millones en materiales), para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y potenciar la alargascencia frente a la obsolescencia programada. Todo esto supone la creación de cientos de miles de puestos de trabajo. Resulta esperanzador ver cómo jóvenes investigadores del CIRCE trabajan en el rediseño de automóviles con el fin de recuperar materiales tan escasos como el tántalo y tan codiciados como el coltán, que sale a dos vidas humanas el kilo. Pero para ello hay que superar numerosas barreras técnicas y administrativas, aunque la principal es social: tenemos que empezar a desterrar el concepto de usar y tirar. H *Periodista