Sorprende que el candidato del PP a la presidencia tome como un asunto personal la denuncia que el candidato del PSOE hace de las mentiras del Gobierno para justificar la intervención española en la guerra de Irak. No porque no le concierna el asunto al señor Rajoy, pues era ministro, o porque no dijera nada a favor de la intervención cuando todos pueden leer en las hemerotecas lo que dijo y ahora le recuerda el señor Zapatero: que "toda la comunidad internacional cree que el régimen de Sadam Husein tiene armas de destrucción masiva... menos el PSOE".

El candidato del PP no sorprende a nadie por asumir la responsabilidad que le corresponde, pues no asume ninguna, sino por tomar la denuncia de Zapatero como un asunto personal entre los dos.

Mire, señor Rajoy, ya que se siente aludido como persona no se pregunte qué le ha hecho a Zapatero para que se meta con usted, aunque también, y pregúntese qué ha podido hacer a cada uno de los ciudadanos a los que irrita más con esa conducta.

POR LO QUE A MI me toca le diré que no me siento engañado porque nunca le creí, pero sí ofendido personalmente. Qué le vamos a hacer, uno tiene un nombre y una dignidad aunque usted no lo sepa, y por eso uno se ofende, cada uno, cuando le mienten. Usted me ha ofendido, como me ha ofendido y me ofende la mentira de Bush, la mentira de Aznar en su propia boca y la de todo su gobierno en boca de Zaplana.

¿Dónde están las armas de destrucción masiva? ¿Estaban en la intención de Sadam o siguen estando en los prejuicios de Bush? ¿O acaso están ahora en Guantánamo, en ese infierno del que nada sabemos porque nada nos dicen? ¿Lo sabe usted? Porque ahora resulta que toda aquella comunidad internacional de la que nos hablaba, cree que el régimen de Sadam Husein no tuvo nunca armas de destrucción masiva. ¿Por qué dijo lo que dijo entonces? ¿Por qué se olvida de haberlo dicho? Y sobre todo, ¿por qué niegan ahora que lo dijeron? ¿Hasta cuándo van a abusar de nuestra paciencia? Ojalá que todos los que fueron engañados se sientan también ofendidos y que todos los ofendidos les den lo que merecen. Porque ya no se puede aguantar tanta mentira.

Y sin embargo, decir "Diego" donde se dijo "digo" no es la única manera de mentir. Porque mentir es también hablar de otra cosa, soltar un hueso y decir: "Ahí va Carod", por ejemplo. Cuando se produce un incendio la verdad es la que dice dónde está el fuego, sobre todo si se dice a los bomberos y a los que corren peligro, y lo demás una mentira si se calla lo que hay que decir en esa ocasión.

DECIR QUE ESPAÑA va bien en general o que viene la primavera, cuando llegan las elecciones generales, es una solemne mentira; escamotear un debate público en la televisión pública y dar la callada por respuesta al "pueblo soberano" o a la oposición que para eso está, para hacer preguntas y controlar al gobierno, es mentir y una grave falta de respeto; hablar del pasado de otros en el gobierno para no hablar del pasado inmediato de los que gobiernan, es mentir; pasar página sin pasar cuentas, es mentir; hablar del terrorismo para sacar provecho de las víctimas, es mentir y la peor de las mentiras; dejar en el hoyo del olvido a otros muertos --o en un lugar de Turquía Dios sabe dónde, que no el señor Federico Trillo-- para ir al bollo sin ningún impedimento, eso es peor que mentir.

Y hacer sólo promesas en la campaña es mentir y tomarnos el pelo, pues las promesas sólo son verdad cuando se cumplen: "Os haremos un puente", dijo un diputado. Y le dijeron: "No tenemos río". Y el diputado les dijo: "Os haremos un río". Es verdad lo que se ajusta a los hechos, no a las buenas intenciones y no digamos ya si la intención es mala. Pero ustedes prefieren hablar del futuro, no de los hechos, y escapar siempre de la verdad como alma que lleva el diablo.

Hay palabras que ofenden, que hieren y matan. Las palabras que ofenden, que hieren o matan se utilizan como armas y son la perversión de la palabra: la mentira de fondo.

Porque hablando se entienden los hombres; pero cuando lo que se busca no es el entendimiento con otros sino acabar con los otros, hablar ya no es lo que parece. Hablar es entonces hacer la guerra con otros medios. ¿Hasta cuándo dejaremos que abusen de nuestra paciencia? ¿Hasta el día 14? Lo dudo. Y créanme que lo siento.

*Filósofo