Existen títulos hereditarios, que transmiten de generación en generación valores ancestrales alcanzados por algún antecesor. De origen oscuro, sugieren connotaciones bélicas y tienden a agradecer las más de las veces servicios lidiados en grandes batallas; luchas fratricidas, en definitiva, pues todos los hombres somos hermanos.

Otros galardones, más modernos, de carácter individual y no transmisibles, premian la labor personal de grandes figuras, destacadas en la investigación, el arte o la cultura. Estas distinciones nos satisfacen más, pues amén de otorgarse a quienes se hacen acreedores a tal merecimiento, simbolizan el esfuerzo humano por perfeccionarse e, incluso, en ocasiones, se conceden a los grandes líderes de la paz.

Ha surgido un nuevo título: Poeta de utilidad pública, en cuyo palmarés aparece Pablo Neruda como primer y loable cabeza de un censo aún por designar.

Neruda, lírica universal donada al pueblo; poeta de versos limpios y transparentes, en loor del ser humano. Poesía de utilidad pública, porque, ahora como antaño, es necesario el amor para combatir a la violencia.

*Escritora