Ya gobiernan Rodríguez Zapatero y los socialistas y ya les están poniendo tiritas antes de que se caigan. Por ejemplo, más de uno y más de dos les advierten de que deben cumplir sus promesas o de que han de abandonar el camino de las declaraciones de principios y de los planteamientos morales. Obviamente, cuando se ha conseguido el poder hay que poner en práctica lo que se ha programado y prometido, pero no es menos cierto que lo que más ha solido echar en falta la ciudadanía es la fidelidad y la coherencia de los gobernantes con los principios declarados.

La ética no es un artículo de quita y pon según se esté en el poder o en la oposición, lo diga López Aranguren o Pepito Pérez. El pueblo pedirá sin duda hechos concretos al Gobierno de Zapatero, pero sobre todo le exigirá que no sufra de amnesia en ningún momento respecto de esa "ansia infinita de paz, de amor al bien y de mejoramiento social de los humildes". Si a eso se le llama "utopía", el pueblo exigirá que no borre jamás de su horizonte la utopía.

EL DICCIONARIO de la Real Academia define "utopía" como "proyecto o sistema halagüeño, pero irrealizable". Es decir, refleja la idea sesgada que habitualmente se tiene de lo utópico, pero así se aleja del concepto originario y fundamental de utopía. Tomás Moro (1478-1535) escribió en 1516 su obra Utopía , donde describe una sociedad perfecta e ideal que sitúa en la isla de Utopía (palabra inventada por él y compuesta por las griegas u= no y topos= lugar, es decir, "en ninguna parte" o "en un lugar inexistente"). Sin embargo, habría que fijarse también en el título completo de la obra: De optimo statu rei publicae deque nova insula Utopia , que, traducido, viene a decir: "Del estado o grado óptimo de la política o de la nueva isla Utopía".

Según esto, lo utópico no está vinculado con lo imposible o lo irrealizable, sino con el desarrollo último, perfecto, óptimo y cabal de algo. La utopía no consiste en un mundo de sueños imposibles y al margen de la realidad, sino en la aspiración a la realización plena de algo (amor, política, sociedad, trabajo, vivienda, educación, ocio, etc...).

Todos queremos que cada día se cumplan un poco más nuestras metas, nuestros proyectos. Evidentemente, nuestras vidas están algo alejadas de ser perfectas, plenas, pero eso no quiere decir que en el fondo de nosotros mismos no aspiremos a lograrlo en la medida de lo posible. Amamos, elegimos una profesión, nos vamos de vacaciones o quedamos con unos amigos sin renunciar a la relación más perfecta posible, al trabajo más perfecto posible, a las vacaciones más perfectas posibles o al encuentro más perfecto posible; es decir, sin renunciar a la utopía.

Sin utopías reales y auténticas la vida carece de horizonte, de tensión, de dinamismo, de verdadero sentido. De ahí que, muy a menudo, algunos poderosos estén encantados de que las utopías nos parezcan una tontería o algo irrealizable: con utopías la vida y el mundo son siempre perfeccionables, mejorables y por ello podemos recorrer cada jornada como una senda virgen con la esperanza de una vida mejor y un mundo mejor. La utopía no es una quimera, sino el grado óptimo de cada cosa, de cada ser. Quizá nunca la veamos plenamente realizada, pero nos inyecta energía, vitalidad, rumbo y sentido para seguir caminando.

Muy probablemente, los socialistas van a construir menos viviendas accesibles para todos, menos infraestructuras o a crear menos puestos de trabajo de los que han prometido. Sin embargo, es de esperar que ello sea debido a que la realidad nunca se ajusta plenamente a lo óptimo, a la utopía, y no a que hayan olvidado los intereses del pueblo por atender los de los grupos de poder que sólo buscan el lucro y los privilegios de unos pocos.

LOS SOCIALISTAS deben demostrar que son grandes amantes y promotores de una cultura y de una verdadera educación de calidad para todos, de políticas sociales que mejoren la vida del pueblo, especialmente de los más desfavorecidos, y que fomenten los derechos civiles de todos, la igualdad, la libertad, la erradicación de la violencia de género y un largo etcétera más de valores, principios, proyectos y metas. En otras palabras, deben demostrar cada día que mantienen incondicionalmente su voluntad de hacer realidad sus utopías. De hacerlo así, que nadie dude de que serán unos buenos, eficaces, pragmáticos y realistas políticos.

(¿Qué este artículo es utópico? ¡A mucha honra!).

*Profesor de Filosofía