En los últimos días se han cargado las tintas sobre un libro de texto de Primaria de la editorial Anaya que "endulza" el fusilamiento de Federico García Lorca y el exilio de Antonio Machado durante la Guerra Civil Española. La polémica suscitada por este libro, que por otro lado lleva años en las aulas, no tiene tanto que ver con los datos que omite, como con los que ofrece, ya que alude a ambas circunstancias pero sin llamarlas por su nombre. Esta anécdota no hace sino reflejar, de forma un tanto paródica como suelen hacer las anécdotas, una triste realidad, que es el vacío que ha quedado, no solo en los libros educativos, sino en la vida cotidiana, de ese triste episodio de nuestra historia. Lo que más nos sorprende a muchos extranjeros de la visita a países como Polonia es la musealización que hace de su reciente y trágica historia, como también ocurre en países como Alemania, y no porque se sientan más o menos orgullosos de estas, sino precisamente para tenerlas presente. Es decir, para recordar cómo eran los campos de exterminio nazis, los guetos y las guerras. Algo que llama la atención especialmente a los españoles, que no parece que tengamos nada que recordar. Y ni aún recuerdos tendríamos si no fuera por trabajos como el publicado hace unas semanas por Julián Casanova y su equipo bajo el título Pagar las culpas. La represión económica en Aragón 1936-1945, que rescata a las más de 13.400 personas a las que despojaron de todo, incluso después de quitarles la vida, bajo la Ley de Responsabilidad Política, para vergüenza y escarnio de sus familias. Un gran agujero que seguimos ampliando hoy en día como si quisiéramos ocultar la verdad a las generaciones futuras. Periodista y Profesor