La ciudad a lo largo de la historia ha experimentado en términos generales un crecimiento compacto, mientras que en el centro de la ciudad se iba elevando la densidad de población, en la periferia se llevaban a cabo desarrollos más extensivos. En la ciudad actual este modo de crecimiento ha cambiado, caracterizándose por tener unas fronteras indeterminadas, resultado de su constante expansión; y produciendo un territorio urbano discontinuo.

El crecimiento urbano ha generado en la periferia de las ciudades, fruto de la zonificación de grandes áreas, una serie de tejidos en colisión, donde los intersticios y los espacios residuales juegan un papel determinante de cara a la cohesión urbana. Esos espacios se denominarán con el nombre de «vacíos urbanos» y han surgido en las últimas décadas en la periferia de las ciudades, fruto de una expansión sin precedentes de las áreas urbanas. Aparecen como lugares residuales condicionados por elementos naturales o por infraestructuras, ligados a una temporalidad incierta, no inmersos en las dinámicas urbanas o habiendo perdido su funcionalidad.

Vacíos fronterizos es el calificativo que Jane Jacobs (1) aporta a los vacíos, refiriéndose de este modo a ellos: «Los usos únicos masivos en las ciudades tienen una cualidad en común. Forman fronteras y, en las ciudades, las fronteras normalmente hacen vecinos destructivos». Consecuencia de ello, sigue diciendo, las fronteras generan «vacíos de uso» alrededor de ellas y si se simplifica el uso de grandes áreas de la ciudad, también se simplifica el uso que las personas dan a los terrenos contiguos.

Se ha venido observando que cuando los vacíos pasaban a formar parte de la ciudad consolidada, parecían generarse de nuevo otros en el extrarradio; sin embargo, las actuales expectativas hacen pensar que estos lugares ya no serán objeto de los nuevos desarrollos y se deba replantear sus posibles usos. Los vacíos deberían protagonizar un papel relevante en la estructuración urbana, abriendo posibilidades para el tramado de la ciudad desde nuevas perspectivas. Una apuesta para que estos espacios libres, pasen de ser el objetivo de procesos urbanizadores tradicionales, a ser considerados como oportunos elementos vertebradores de los entornos periurbanos, colaborando en el objetivo de una ciudad contemporánea sostenible.

Parece probable que el futuro de la ciudad se tenga que resolver en las próximas décadas sobre su actual extensión. Es bajo este supuesto, el trascendente papel que los vacíos, como espacios intermedios, juegan en el futuro desarrollo urbano. Puede ser que la magnitud de la ocupación de suelo en metros cuadrados por habitante, se convierta en un dato que valore las condiciones de habitabilidad de una ciudad, en la medida que se sepa cualificar y poner en valor los vacíos urbanos.

Toda posibilidad de intervención precisará de una necesaria reinterpretación, puestas las miras en su potencial como elementos capaces de generar una rehabilitación urbana. A su vez se hace conveniente plantear una reflexión sobre estos espacios cargados de una dimensión social y cultural, como lugares capaces de articular y dotar de identidad al medio urbano.

La potencialidad de los vacíos urbanos en cuanto a los usos ha incentivado a dar respuestas desde diversos colectivos sociales. Es fundamental el papel que juegan los arquitectos y los urbanistas en el modo de reutilizar estos espacios, creando innovadoras soluciones para la mejora de la ciudad; el abanico de posibilidades que brindan está en relación directa con las circunstancias de su entorno. Aparecen como espacios de difícil resolución propositiva, pero que encierran en sí mismos verdaderas oportunidades de entramado y cosido de la ciudad.

Son de destacar las actuaciones que se están llevando a cabo en Zaragoza, en el ámbito de la ecología urbana; por ejemplo, con la instalación de huertos, pero se entiende que la ciudad demanda soluciones más integradores en sus proposiciones de ordenación. No obstante, también se debe poner de relieve que la inherente indeterminación de los mismos, al ser lugares cargados de ambigüedad y precariedad, hace de ellos en muchos casos que sean necesariamente espacios de un futuro incierto. Las nuevas posibilidades deberían establecer relaciones con su entorno inmediato y con la ciudad, sin menospreciar las oportunidades que puede ofrecer la concatenación de ciertos vacíos.

*Arquitecto del Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón

(1) Jacobs, Jane. La maldición de los vacíos fronterizos (capítulo 14) en Muerte y vida de las grandes ciudades. Ed. Capitán Swing. Madrid 2011, p.126, 293, 303. Título original The Death and Life of great American Cities. 1961.