Asu manera (confuso, caótico, nunca con las formas y el fondo que se le suponen a un presidente de Estados Unidos), Donald Trump mostró su esperado apoyo a Mariano Rajoy en la crisis de Estado que vive España a cuenta del referéndum ilegal de autoderteminación convocado en Cataluña suspendido por el Tribunal Constitucional. El presidente del Gobierno hizo sus deberes (dio su apoyo a la mano dura de Trump con Corea del Norte y Venezuela, por ejemplo) y a cambio logró de los labios de Trump la frase que buscaba: «Estoy por una España unida y creo que la gente de Cataluña tiene que seguir en España».

Eso sí, antes, en otra pregunta, Trump había divagado con una «opinión personal» (como si un presidente de Estados Unidos pudiera permitirse este lujo) y con una frase extraña: «Nadie sabe si [en Cataluña] votarán, el presidente dice que no pero creo que la gente se opondrá». La frase dio mucho juego en el mundo soberanista, especialista en lecturas interesadas ante el vacío que han cosechado en sus giras internacionales. Pero estilo trumpiano al margen, Rajoy se trajo de Washington el apoyo estadounidense de la misma forma que también cuenta con el de la Unión Europea y el de los estados que lo forman.

Necesita todos los apoyos el Gobierno de Rajoy, que en clave interna vive días de dificultad: la semana pasada perdió una moción de apoyo en el Congreso (presentada de forma inoportuna por Ciudadanos) y el miércoles, a través de Cristóbal Montoro, anunció la posible prórroga presupuestaria ante una previsible falta de acuerdo parlamentario. Y los necesita porque a medida que se acerca el 1-O la tensión social en Cataluña va en aumento por el pulso soberanista. El foco está ahora en los colegios electorales. Ayer, el TSJC reforzó la orden de Fiscalía de precintarlos, pero la respuesta de una parte de la sociedad catalana movilizada a favor de la Generalitat no se hizo esperar. Se han convocado huelgas en Secundaria y Universidad y por las redes sociales corren como la pólvora invitaciones a ocupar centros educativos cuando acabe la jornada lectiva del viernes. La escena de los Mossos intentando precintar un centro educativo ocupado por padres y profesoress resultaría explosiva. Urge redoblar los llamamientos a la responsabilidad de los responsables públicos catalanes, aunque hasta ahora hayan sido infructuosos. Esto es una locura.