Lo contaba esta semana la presidenta de las Cortes de Aragón, Violeta Barba, en una red social. Al volante de su coche en una gasolinera. A la espera de que otro vehículo despejara la zona de control de la presión de ruedas. A bordo de este, dos hombres de mediana edad que es de suponer que, al ver a una mujer joven y sola, deciden quedarse. A ver qué pasa. Barba baja del coche para coger el manómetro y se oye la primera gracia: «Tsssh, guapa, ¿quieres que lo hagamos nosotros, que seguro que se nos da mejor?» Declina la ayuda, pero los dos maromos siguen observando. Y, nerviosa, como nos pasaría a cualquiera, se le escapa la válvula. Carcajadas de los susodichos y segunda gracia: «Ves mujer, si te vas a acabar manchando ese vestidito que llevas». Cabreada --excuso contar si me pasa a mí-- solicita la ayuda del gasolinero que ha observado todo desde la puerta y que solo con acercarse hace huir a los machirulos, que lanzan su tercera gracia: «Eres más borde que guapa, no te lo creas tanto». Situaciones similares seguro que hemos vivido todas las que cometimos la osadía --a ojos de estos idiotas-- de sacarnos el carnet de conducir y, además, darle uso. Pero es una prueba más de lo que solo por ser conductora hay que soportar a diario y eso que cada vez somos más al volante y obtenemos mejores resultados en las pruebas teóricas y prácticas. Los dos machirulos de la gasolinera no sabemos si lograron el permiso a la primera, pero seguro que no aprobarían un examen básico porque desconocían quién es la segunda autoridad de Aragón. Lástima de válvulas, las que necesitan algunos en el cerebro. H *Periodista