La política, en España, aunque también en otros países, no va bien. Una opinión muy extendida es que nuestros políticos, los actuales, no son los más adecuados. Yo comparto algo esa opinión, pero no creo que sea algo puntual de hoy; lamentablemente en nuestra historia, en los siglos XIX y XX, por no irnos demasiado lejos, la regla ha sido que hemos tenido muy malos políticos al frente de nuestro país.

Los días 27 y 28 de septiembre, es decir hace muy poco, dos intelectuales se han pronunciado de forma muy rotunda. O hacemos algo o vamos hacia el desastre. Los políticos que nos gobiernan no están a la altura. Antonio Muñoz Molina, el domingo en El País, e Iñaki Gabilondo, el lunes en la Cadena SER (quien quiera puede escucharlo, es muy fácil acceder a esos contenidos), han sido muy rotundos, poniendo de relieve el problema y señalando a todos, a nosotros, desde luego, pero, especialmente, a los políticos. Son dos intelectuales a los que tengo un gran respeto y suelo escucharlos y leerlos con habitualidad.

El lunes, en la tertulia matutina, de 8.30 a 10.00, de la SER, dos contertulios han coincidido en una idea que quiero citar ahora. Los dos han afirmado que al leer a Muñoz Molina recordaron el artículo 'J’accusse', de Émile Zola, publicado el 13 de enero de 1898 sobre el capitán Alfred Dreyfus y que desató un importante tsunami político que terminó con la puesta en libertad del oficial judío, indebidamente detenido. La fecha me parece muy simbólica ya que en ese año se iba a desatar en España una tormenta política, otra más, que daría lugar a la expresión: «desastre finisecular» y que nos hundiría en una de las crisis más graves de los dos últimos siglos tras la guerra con los Estados Unidos.

A mí las reflexiones de Gabilondo y Muñoz Molina me han recordado una cita que ya he publicado en este periódico en alguna ocasión (viernes 3 mayo 2019) y que creo muy oportuna, por lo que voy a recordarla. La dijo el canciller Bismarck: «Tienen ustedes un gran país; llevan años queriendo destruirlo y no lo consiguen». Alemania se acababa de convertir en el II Reich tras su victoria en la guerra franco prusiana y por aquí estábamos inmersos en encontrar a un rey que ocupase la vacante dejada por Isabel II al haber sido expulsada del trono en la revolución septembrina de 1868.

El alemán conocía bien la historia de España y acertó a expresar una idea que tendría que ser compartida por todos al estudiar nuestro devenir en los primeros 70 años del XIX. Y mucho más si ampliamos el foco, como se dice ahora, y nos referimos a lo ocurrido en los dos siglos anteriores y lo que va del XXI.

Los cuarenta años transcurridos desde la entrada en vigor de la Constitución han sido muy buenos. Cualquier observador imparcial llegará a esta conclusión. Pero en estos últimos años las cosan han ido mal.

La crisis económica y su mala resolución; los casos de corrupción, muchos; el desafío independentista catalán, aún abierto; el virus, claro; y la falta del coraje necesario para reformar la Constitución y la crisis institucional que conlleva.

Esto y mucho más ha llevado a nuestros dirigentes a entrar en dinámicas tóxicas que solo han empeorado nuestra vida. No todos son iguales, no, pero hoy no toca hacer distingos. La clase política, en general, no está a la altura. Y la ciudadanía, que los ha puesto ahí, tampoco.

Mi carácter es propositivo. No me conformo con decir que algo está mal, me gusta hacer propuestas que puedan, ¡Ojalá!, ayudar a alguien a tomar decisiones. Como pretender lanzar cien ideas es imposible, me voy a centrar en dos.

Afirmar que la prensa, así, en genérico, forma parte del problema, sería injusto. Hay medios decentes y periodistas muy dignos que no entran en ese saco, pero debemos admitir que periódicos y programas indecentes nos están haciendo mucho daño. Y hay ideas, en las que participan la mayoría, que deberíamos revisar. Voy a lo concreto. Las sesiones de control al Gobierno que todas las semanas se retransmiten en directo y se citan y revisan hasta la saciedad. A todos, o casi todos, los periodistas les parece bien que se haga así.

Dicen que los ciudadanos tienen derecho a conocer esos debates. Pues no, yo discrepo. Si fuesen a puerta cerrada no se dirían esas barbaridades que salen de sus bocas para que sus 'hooligans', fuera del hemiciclo, las escuchen. Esa decisión debería tomarse ya, en bien de nuestra salud democrática. No les demos la opción de insultarse, al menos ahí.

Y, la segunda, Inés Arrimadas. En su mano está una decisión que ayudaría mucho a organizar mejor nuestra vida política. Por favor: eche, democráticamente, claro, a Isabel Díaz Ayuso de la presidencia de la Comunidad de Madrid. Una moción de censura, solo una, ahí, no en otras autonomías. Para el bien de los españoles, y del suyo, seguro.