Que al delegado del Gobierno en Aragón, Gustavo Alcalde, le gusta sacar a los policías a la calle y mostrar su poderío frente a los ciudadanos que se manifiestan legal y libremente, es un hecho constatado. Pero que esto da pie a que algo más de un centenar de energúmenos decidan convertirse en vándalos por unas horas (o a jornada completa) y destruyan todo lo que se encuentran en su camino sin ton ni son, también. Por eso habría que pedir rebajar la actuación policial, castigar con dureza a los detenidos, y que los convocantes de las manifestaciones que dan origen a esto (hay otras que no causan hechos similares) condenen esta kale borroka. Ayer mismo, los que el sábado denunciaron el "abuso policial" y pidieron la dimisión del delegado deberían haber condenado ya la actuación nocturna del Casco Viejo. Seamos claros.