Fue el accidente nuclear más grave en la historia de España. Hace 25 años, la central nuclear de Vandellós sufrió un aparatoso incendio en el que ardieron 25.000 litros de aceite lubricante. Lo que en principio pareció un siniestro al que se podía hacer frente solo con los bomberos se convirtió en algo mucho más grave al derramarse el aceite ardiendo hasta las dependencias de los sistemas de refrigeración del reactor, cuyo núcleo estuvo seriamente amenazado. La central fue desmantelada. El accidente despertó los viejos recelos sobre la energía nuclear y derrumbó la creencia en la extrema seguridad de las plantas atómicas. Más tarde, el pavoroso siniestro de Fukushima en el 2011 vino a revolucionar el escenario de la energía atómica en el mundo. Alemania ha anunciado un estricto parón nuclear, mientras que otros países han endurecido todos los protocolos de vigilancia, control y seguridad de las instalaciones. En España, tras la decisión del Gobierno de ampliar la vida de las centrales hasta los 60 años, ese reforzamiento de controles aún debe ser más extremo y exahustivo. La lección de Vandellós no puede caer en saco roto.