El presidente extremeño, el socialista Guillermo Fernández Vara, le ha metido un varazo a la casta afirmando que la crisis del coronavirus se llevará por delante a los actuales políticos españoles. A todos, sin excepción. Por no hacerlas, ni siquiera salva a Pedro Sánchez, su señorito —no por su gusto—, a quien también condena —como a sí mismo, imagino—, a una próxima extinción. Gracias a esta global descalificación, Vara ha ganado titulares en esa misma línea un tanto esperpéntica en que Extremadura siempre ha dado al PSOE un socialismo patrio y recio, entre el hieratismo castellano y el gracejo andaluz. Políticos, como aquel tonante Rodríguez Ibarra, inclinados a decir verdades, para ellos, como puños, a llamar, como Marcelino, pan al pan y vino al vino.

Pero, probablemente, Fernández Vara, más que exagerar, se equivoque o yerre en su tremendismo. No pinta que aquí vaya a dimitir nadie ni que el pueblo español, exasperado por la incapacidad de sus dirigentes, tome las calles y exija cambios de régimen, como pide Pablo Iglesias; de gobierno, como postula Pablo Casado; o dimisiones en bloque, según reclama Santiago Abascal. Demasiado saben nuestras señorías que la furia española dura lo que un mal viento, un latigazo de cólera, tres gritos en el bar, y que el poder centralizado, central y bien centrado siempre ha ganado desde Carlos I (y Franco se murió en la cama).

La famosa Transición ha visto quedarse a los más zorros, cacarear a los mismos gallos y dimitir a cuatro gatos. Cientos de diputados lo han sido durante décadas, sin que los conocieran en sus circunscripciones, y pueden apostar a que dentro de veinte años y unas cuantas crisis más Sánchez, Casado, Iglesias y Abascal, entre otros muchos profesionales de la casta, seguirán ocupando sus escaños. Inés Arrimadas no lo sé, pero me gustaría, porque estos días es de las pocas que merecería escapar a la maldición o al varazo de Vara para seguir convocando a la eficacia y cordura.

El covid—19 pasará, como pasaron las vacas locas, los atentados de Atocha, la crisis de 2008 y las amantes del rey. Y no será verdad que en cuanto pase nada volverá a ser como antes.

La política española, sí.