Ya no se trata de una cuestión de futuro ni de una película de ciencia ficción en la que los vehículos se mueven por encima de las calzadas y con unos sistemas de conducción inteligente. El reciente Mobile World Congress presentó, en ese sentido, el coche conectado como una realidad que ya llama a la puerta. Mejor dicho, ya la ha abierto. Porque en el 2017 está prevista la venta de casi 50 millones de vehículos inteligentes en todo el mundo, que contarán con sistemas que convierten esos autos en una prolongación del smartphone de su propietario. Por la cantidad de datos generados facilitarán una gran información sobre los hábitos de conducción. Es este un primero paso.

El futuro inmediato nos apunta a que dentro de tres años se producirán los primeros vehículos eléctricos de gama media no contaminantes con una autonomía superior a los 500 kilómetros. Y a partir del 2025 está prevista la aparición de vehículos de conducción autónoma. Es decir, en los que el conductor será un pasajero más sin participación activa en el manejo de la máquina.

Como ocurre habitualmente con la aplicación de las nuevas tecnologías, el avance abre un debate legal sobre el uso de esa cantidad de datos, sobre ese big data alrededor de la movilidad. Es evidente que, igual que sucede con las operadoras de telefonía o las aplicaciones, la norma de protección de datos debe marcar una frontera ineludible.

Otra vertiente del progreso es la posibilidades de vigilar las maniobras de los vehículos, a partir de los dispositivos de conectividad. Las multas por satélite serían, por ejemplo, una consecuencia. No es la intención, por ahora, de la Dirección General de Tráfico (DGT) y esta plausible idea de las autoridades españolas está en consonancia con la de otros países de la Unión Europea.

Los esfuerzos deberán concentrarse en que la tecnología sirva para reforzar la seguridad ante cualquier incidencia. Porque en el 2016 las carreteras españolas se cobraron 1.160 víctimas mortales.

Las previsiones más optimistas apuntan que el vehículo autónomo, en sus distintas graduaciones, ayudará a que un día se reduzca a cero. Hoy, lo que sí sabemos es que estamos ante una nueva era con una movilidad y desplazamientos en las grandes ciudades y carreteras que deberían cambiar bajo los criterios de reducir la siniestralidad, no contaminar y potenciar un mayor uso colectivo.