Eurovisión ha cambiado mucho. De enviar a cantantes con experiencia hemos pasado a mandar muchachos que desafinan en camisa hawaiana. De cita familiar frente a la tele a seguimiento masivo por parte de gente joven que tuitea. Y ahí viene lo bueno. Los rapidísimos ingenios que el sábado llenaron la red de comentarios hilarantes, crearon un festival paralelo y jugoso. Había docenas de fotos de gallos y durante un buen rato, Manel Navarro fue trending topic mundial. Al cantante búlgaro, Kristian Kostov (17 años), le tocó lo suyo: «Se ha perdido un chaval que se llama Kristian, está en Eurovisión», tuiteó uno. Al dueto rumano les compararon con Heidi y Pedro. De la pasmada cantante belga se dijo que había abusado de las valerianas. A los suecos, trajeados y guapos, que parecían un anuncio de trajes. Aunque los hubo más sinceros: «¿Tienen elegancia o un polvazo?». Y como había disfraces animales en las coreografías -un gorila, un caballo… y nuestro gallo- renombraron: «Zoovisión». Qué birria de festival. Flojas las canciones y los presentadores. Íñigo retransmitiendo como si valiera la pena. Las sorpresas fueron tan escasas como los heterosexuales. España, más a la cola que nunca. Un comentarista lanzó una hipótesis: «Tal vez no desean organizar la próxima edición». Ganó el portugués Salvador Sobral, con una balada apenas pasable. De él se bromeó poco, por sus problemas de salud. En la actuación de Jamala, un espontáneo con bandera australiana mostró el culo. Por fin algo bueno. Eso y lo que dijo el ganador: «La música no son fuegos artificiales». Cualquiera lo diría. H *Escritora