Aunque en diversas zonas de Zaragoza continúan las obras de remodelación de calles y avenidas, este verano la ciudad no sufre los trastornos de años pasados. Y dichos trastornos seguirán reduciéndose puesto que la habitual operación asfalto habrá de afectar a un número sorprendentemente bajo de vías públicas; desde luego a un número muy inferior al habitual. Pudiera ser que después de considerar un incordio las obras y los subsiguientes cortes de tráfico, los zaragozanos acaben reclamando unas tareas de mantenimiento y conservación más amplias y ambiciosas. Lo cierto es que en muchos lugares tanto las calzadas como las aceras requerirían una reparación a fondo. El riesgo de que en este tema se pase de la inundación a la sequía aparece ya en el horizonte. Y entonces la opinión pública zaragozana caerá en la cuenta de que las obras suelen ser muy molestas, pero también son necesarias e incluso imprescindibles.