No hay programación de verano en Zaragoza. Esta ausencia de actividades ya es casi una tradición. En verano, la city descansa al máximo, desaparece. En verano Zgz muestra su alma inmobiliaria, la esencia. En parte esto es una ventaja, porque deja el campo libre a las numerosas propuestas del resto de la comunidad, que cada año son más variadas y mejores, se han ido especializando de manera que muy rara vez coinciden o se repiten propuestas similares. Desde Pirineos Sur hasta la Luna Lunera de Sos del Rey Católico, desde el festival de Monegros de Florida 135 hasta el de la Denominación de Origen Somontano en Barbastro, la oferta se amplía y se diversifica cada año. En festivales.aragon.es se puede acceder a este despliegue de propuestas. En general son conciertos, pero una vez que se empieza, si hay respuesta del público --como la hay-- es previsible que se vayan ampliando también los fomatos. Esto es un sector económico, una industria en auge. Esta variedad es lo más sano que hay, algunas propuestas son privadas, otras públicas, otras mixtas, con muchas fórmulas de esponsorización y patrocinio. Vienen a reflejar el mundo real, lo que está pasando en todas partes.

Las periferias sacan pecho, aguzan el ingenio y proponen cosas diferentes, vigilando el calendario para no solaparse. Todo es periferia de algo (ahora Nueva York es periferia de Bagdad). Ya ni se habla de la falta de propuestas veraniegas culturales en Zaragoza, el desierto se ha instalado, el gentío lo sabe y ya no espera nada. Quizá la city está colapsada por su propio futuro, los proyectos no le dejan recursos, ni ganas, para lo accesorio, el entretenimiento, ese servicio. Es difícil romper esta inercia de no hacer nada. Y hasta es posible que beneficie a los programas de las comarcas: la seguridad de que Zgz no ofrece nada, no compite, da mucha tranquilidad, e incita a hacer unos kilómetros.

Pero esta desidia no sólo afecta al ayuntamiento (que por otro lado disuade a los locales de actuaciones), es general. El Pilar, principal foco de atracción, lo confía todo a la voluntad de los peregrinos. Tanto Santiago como el Fórum echan toda la carne en ese asador, pues hay un turismo religioso, con su componente juvenil. Ni siquiera en el aspecto teórico, teológico, mariano, lo que sea, hay la menor actividad.

*Escritor y periodista