Inocencio Arias, exembajador de España ante la Organización de las Naciones Unidas, sostiene ahora que la guerra de Irak comenzó "al margen" de la ONU. Aunque introduciendo algún matiz exculpatorio para el Gobierno de José María Aznar, este diplomático acaba de declarar que "no se actuó con el acuerdo del Consejo de Seguridad".

El escritor Stefan Zweig en su biografía de Joseph Fouché (1759-1820) --célebre paradigma del oportunismo político-- se refiere a la capacidad del personaje para "cambiar rápidamente de chaqueta siguiendo la nueva dirección del viento". Arias no ha llegado sin duda tan lejos, a pesar de que con frecuencia haya procurado correr en auxilio del vencedor. Pero más allá de tal circunstancia, se ha limitado a subrayar --desde la autoridad que le confiere su relevante responsabilidad anterior-- una obviedad asumida por la mayoría de los ciudadanos y negada por el Gobierno de entonces.

La ilegalidad de una guerra neocolonial cada vez más sangrienta --que fue bendecida obscenamente en las Azores-- es un dato de sobras conocido por la opinión pública mundial. Estos días, por ejemplo, el Gobierno australiano, presidido por el liberal John Howard --ferviente partidario de la invasión de Irak--, ha sido cuestionado por 43 antiguos diplomáticos y militares de alto rango que le han acusado de mentir sobre la guerra y le han exigido que frene su acatamiento a "políticas decididas en Washington". "Es malo y peligroso --aseguran-- que nuestros representantes elegidos engañen al pueblo australiano". Falta poco para las elecciones en Australia, y el oprobio de la invasión de Irak ha emergido de nuevo allí. Como ha venido sucediendo por doquier.

Respecto de la comisión de investigación parlamentaria del 11-M, no debe, pues, asombrarse Mariano Rajoy --heredero de uno de los más entusiastas patrocinadores bélicos-- por el hecho de que, según él ha dicho con ironía crítica, "las conclusiones se sabían antes de que la comisión empezara". Claro que se sabían. Igual que se sabía lo que ha admitido el exembajador español ante las Naciones Unidas. Las mentiras no por oficialmente propagadas una y mil veces como verdades pasan a ser verdades.

Franco repitió que su régimen no era una dictadura, sino una democracia orgánica. Sólo se lo creyeron sus lacayos, algunos cretinos y muchos cínicos interesados. ¿Cómo no suponer, en efecto, que las conclusiones de la comisión parlamentaria de investigación del 11-M terminarán ajustándose a la impresión generalizada de que Angel Acebes, tenaz peón de brega de Aznar, ocultó, silenció o minimizó informaciones relevantes, conocidas o intuidas con buen ojo clínico por los altos mandos policiales horas más tarde de la masacre madrileña y que conducían --sin apenas posibilidad de error-- al terrorismo islamista?

LA VERDADpolicial fue siempre por delante --aquellos tres días de marzo-- de la verdad política, empeñado como estaba Aznar en atribuir a ETA la autoría de los atentados. ETA pasó a ser, paradójicamente, el clavo ardiendo al que se agarró de forma compulsiva el PP para no perder las elecciones. La tendencia de la Moncloa a menospreciar deliberadamente la pista islamista --que restauraba en la conciencia de millones de españoles los horrores de la guerra de George W. Bush y asociados-- quedó meridianamente clara durante las sesiones de la comisión celebradas a lo largo del mes de julio.

El próximo 7 de septiembre, la comisión de investigación volverá a reunirse en el Congreso de los Diputados para examinar precisamente las propuestas de conclusiones elaboradas por cada grupo parlamentario. También tendrá que decidir si acepta o no más comparecencias. Entre éstas --y por encima de cualquier otra posible-- sobresale la de Aznar. La comisión puede rematar sus tareas --que han sido meritorias y, salvo determinadas excepciones, dignas de encomio-- cerrando el trabajo con los añadidos pertinentes y la dignidad debida. O, simplemente, en falso.

La tentación de clausurar la comisión de investigación en falso existe. El PSOE parece proclive a ello. Deseoso el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de lograr un nuevo pacto antiterrorista frente al peligro islamista --objetivo muy pertinente, por otra parte-- se baraja seriamente eludir en las conclusiones cualquier censura al PP por su comportamiento a raíz del 11-M con el fin de garantizar ese acuerdo. Así ha sido filtrado a determinados medios de comunicación.

Pues bien, de consumarse tal dislate --que critican duramente, y no sin razón, los grupos minoritarios, alineados hasta el momento con los socialistas--, Rodríguez Zapatero habría perdido una oportunidad de oro para demostrar que su cacareada transparencia no era una baratija para encandilar a ingenuos. Rectificar es de sabios. Ni las mentiras son verdades ni las verdades --convertidas en moneda de cambio-- pueden transformarse en mentiras.

*Periodista.