Dice Belloch que Antonio Becerril dice exactamente la verdad cuando confiesa ante el juez que es un "bocazas" y un "farute", y que si abusó de las atribuciones públicas que ostentaba fue para darse importancia. El alcalde ha elogiado el arrebato de sinceridad del imputado Becerril, dice que hace falta tener audacia para decir lo que ha dicho, y cree en su declaración porque le conoce bien y sabe cuando dice la verdad. Habrá que admirar también el particular arrebato de audacia del alcalde al reconocer que durante casi dos legislaturas tuvo a un bocazas y un fantoche como teniente de alcalde, primero, y como hombre de confianza después, cuando le apartó de sus funciones de concejal pero le confió la coordinación del grupo municipal pese a que el PSOE le había expulsado al poco tiempo de su imputación. Resulta curiosa la vara de medir el compromiso moral y ético que tienen los partidos y también muchos políticos, que no se consideran dignos para ejercer la militancia cuando se enfrentan a la justicia pero sí muy dignos para ejercer el cargo público, el que representa a los ciudadanos. Pueden tener razón quienes afirman que la filtración de información municipal por parte de Becerril a amigos constructores antes de que fuera pública no tiene nada que ver ni con el tráfico de influencias ni con un presunto delito de negociaciones prohibidas a funcionarios públicos, sino con ese carácter trapalero y fanfarrón que le caracteriza. Pero, claro, cien mil euros de nómina exigen otro perfil. Digo yo, no sé. Periodista