Hace ya unos cuantos años que la Diputación Provincial de Teruel otorgó su máxima distinción a Federico Jiménez Losantos en reconocimiento a sus muchos méritos. Yo mismo escribí laudatoriamente. Hoy me avergüenzo porque tal ciudadano, lejos de animar a la concordia, lejos de impulsar ideas y debates serenos, lejos de defender a los más (y también a los menos) --esencia de cualquier marco democrático-- se ha convertido en lepenista vocero de todos los insultos posibles. Sabio y Dios de cualquier verdad, no se cansa de atropellar y envilecer la sagrada libertad de expresión, cuyo primer mandato consiste en respetar al contrario, incluso al criticarle. Hasta el silente Mariano Rajoy está recibiendo impúdicos aguijones del individuo en cuestión, esperemos que sin connotación sexual alguna. Rajoy, para este cerebro de maldades, sería "Mari Complejines" o, apurando la estulticia verbal "Maricon Plejines". A Jiménez Losantos le va la marcha dura, el juego de palabras y, en su subconsciente, el travestismo, ayer ideológico y hoy pura torvez. Picaraza que muerde la mano amiga, está escribiendo las peores páginas del periodismo del incipiente siglo XXI.

*Profesor de Universidad