Ya ha comenzado el año 2018. Es el momento de abrir esa nueva agenda que tenemos esperando, es el momento de apuntar los días importantes, los momentos que marcarán nuestro año en el calendario, pero también es el momento de echar la vista atrás, de coger la agenda del año 2017 y revisar los momentos y días que hemos vivido, pasar rápido los días difíciles y detenernos en aquellos que nos resultaron agradables, cerrar los ojos y evocar el sabor que nos dejaron.

Tras la cena de Nochevieja, unos minutos antes de que empezara a sonar el carrillón del reloj de la Puerta del Sol en televisión, cerramos los ojos y pensamos en este año que vivimos intensamente, y en todas las experiencias vividas, compartidas y disfrutadas. No les voy a negar que apareció una sonrisa en mi cara cuando recordé el día 21 de diciembre, la cantidad de sensaciones que a lo largo de ese día muchos compañeros pudimos compartir, los nervios de las primeras horas, en las que estábamos en los colegios electorales y algunos nos miraban de reojo, el suspiro que lanzábamos cuando alguien se acercaba a nosotros y nos daba la enhorabuena, o nos animaba a seguir, o cuando nos miraban con ilusión y con esperanza, y esa ilusión y esperanza la sentíamos como propia. La preocupación por cómo estaban el resto de compañeros, en un día que se presuponía histórico, estaba en otros colegios electorales, pero a través de los mensajes sabíamos si todo iba bien.

Una alegría contenida, que casi hacía que nos estallara el corazón a lo largo del recuento y viendo como el montón de nuestros votos iba creciendo, y sobre todo conforme íbamos recibiendo noticias del resto de colegios, con ganas de salir corriendo para poder abrazarnos y celebrar.

El día 21 de diciembre fue un día histórico efectivamente, fue un día en el que por primera vez en la historia un partido no nacionalista conseguía la mayoría de votos y escaños en el parlamento catalán, fue el día en el que por primera vez en la historia una mujer ganaba las elecciones en Cataluña, pero sobre todo, fue el día en el que esa mayoría silenciosa que llevaba tanto tiempo callada en Barcelona, perdió el miedo y dio un paso al frente y le dijo a la sociedad, les dijo a los españoles y al mundo, que ellos no querían ser independientes, que hay una mayoría de catalanes que quieren seguir siendo catalanes, españoles y europeos, y que ya vale de contar con su silencio para vender una falsa realidad de la sociedad catalana. Que la sociedad catalana, en su mayoría, no quiere enfrentamientos, divisiones, odio ni tensiones. Por eso fue un día histórico, porque el miedo y el silencio no ganaron, el silencio salió a las calles e inundó las urnas con sus votos.

Y sonaron las campanadas, entró el 2018 en nuestras vidas, y pedimos un deseo, y como decía la canción de Mecano «Que en el año que viene a ver si en vez de un millón puedan ser dos», y que vayamos sumando personas al proyecto de unión y reconstrucción que en estos momentos es tan importante, no solo para Cataluña, sino para todos los españoles, y que esa división, ese enfrentamiento, esos amigos, esas familias que hace tiempo que dejaron de hablar de política o de hablar para no discutir, se puedan volver a sentar en una mesa para poder hablar de lo que les une y dejar atrás lo que les separa.

*Portavoz de Ciudadanos en Aragón