Hace unas semanas realice un viaje a Lanzarote. Mientras paseaba por los paseos marítimos observé que muchas personas mayores caminaban kilómetros y kilómetros y me quedé atónita cuando llegué a cruzarme con una que llevaba una sillita de estas que ayudan a andar a quienes han operado de una rotura de caderas o similar, con su asiento y todo para cuando les apetece descansar.

¡Qué vitalidad!, ¡qué alegría en sus rostros!, y de paso fortaleciendo el corazón, las piernas y el ánimo con ese solazo que recarga las baterías de quienes salimos de días espesos de niebla en nuestra ciudad.

Alargué las antenas y pude escuchar algunas conversaciones que me llevaron a la conclusión de que se trataba de nuestros jubilados disfrutando de los viajes del Imserso

Estos viajes se crearon en el año 1985, cada año cuestionados, que si salen que si no… que si no les salen las cuentas a las empresas organizadoras… A quien si le salen las cuentas es a la sociedad, movilizan miles de plazas hoteleras, y aunque el margen de beneficio es menor que en las temporadas altas, mantienen instalaciones abiertas y puestos de trabajo que de otro modo mucho me temo que serían estacionales, es decir, precarios. Nuestros mayores también salen a tomarse sus cafecitos, a comprar regalos..., por lo que dinamizan con sus pensiones los entornos de allí donde van (en un estudio del 2010 se habla de que se crean 13.000 puestos de trabajo directos y 85.000 indirectos).

Pero ¿cuánto nos ahorran en el sistema sanitario? No se escapa a simple vista que el ejercicio es sinónimo de salud y esos paseos y actividades deportivas de las que disfrutan produce claramente una mejora, además de la alegría que proporciona estar con otras personas y la ruptura de la soledad y la tristeza.

Navegando por las redes no he encontrado cifras que le den objetividad a mi hipótesis: estos viajes ahorran dinero al sistema sanitario.

Canarias, 15 días cuestan 574,75 euros; playas en península, 15 días, 324,89 euros; viajes culturales y de naturaleza, 6 días, 269,41 euros. Calentar una vivienda de 60 metros con gas durante un mes, 550 euros, más luz, más comida...

Desde mi rincón sueño ya con poder disfrutar de estos viajes cuando me jubile y tener una vejez activa y asequible.

Tal vez si se dedicara un pequeño esfuerzo a realizar estudios de retorno (SROI les llaman los expertos), se cuestionaría menos la viabilidad de los mismos y se impulsarían más, incluso con más destinos, más cobertura para que lleguen a más personas, y hasta se podría revisar el sistema, porque como siempre el jubilado que tiene una pensión no contributiva, el que se hace cargo de nietos, de hipoteca del hijo y demás, ese no tiene opción de disfrutar de ellos. H *Socióloga