Ya estamos anestesiados y da todo igual. Nos hemos acostumbrado a que medio Gobierno ataque la Constitución y, como ha escrito José Antonio Montano , otro medio no lo defienda, y a que los partidos sitúen su beneficio a corto plazo por encima del respeto institucional. La indignación parece exagerada pero sobre todo es prematura: irá a peor.

Como Trump en Estados Unidos, de la degradación es síntoma y causa Pablo Iglesias , que tiene un gemelo simétrico en Santiago Abascal . Los dos, además, condicionan a los partidos moderados y profundizan la brecha entre izquierda y derecha, de la que viven. Unidas Podemos es una operación exitosa de colocación de gente en general inempleable, que presenta medidas que no arreglan las injusticias que señalan: su objetivo no es solucionar problemas sino activarlos, no mejorar las cosas sino profundizar el malestar y designar unos enemigos. De momento sabemos que quienes denunciaban la casta ahora viven en una mansión en Galapagar y se sientan matrimonialmente en el Consejo de Ministros. La apropiación de las reivindicaciones feministas convive con prácticas informales patriarcales, la estructura de un serrallo turco y la táctica de las denuncias falsas para quitarse de encima a gente incómoda.

Algunas de esas cosas deberían molestar a quienes creyeran en ellos y en que les interesaba o sabrían corregir una injusticia: quizá hay un momento en el que ya no cabalgas las contradicciones, sino que las contradicciones empiezan a cabalgarte a ti. Lo malo se va cumpliendo inexorablemente: una izquierda regresiva, como decía Ignacio Varela , que dedica mucha energía a un revisionismo histórico basado en falsificaciones. Tienen medios de propaganda que señalan a periodistas.

Juan Fernández Miranda observaba con acierto que la oposición a la monarquía de Iglesias contiene, antes que nada, la oposición a la democracia liberal, y que en sus actitudes hay inesperados parecidos con el franquismo. Aurora Nacarino-Brabo destacaba dos características de Iglesias: el autoritarismo y la frivolidad. Mitad aspirante a tirano y mitad crítico televisivo de programa de madrugada, el vicepresidente segundo ha grabado un vídeo donde anima a las familias a hablar de monarquía y república en la cena, a discutir sin miedo. Ejemplifica una falta de sentido institucional y de humanidad cuando han muerto 70.000 personas, pero sobre todo muestra, en la obscenidad paternalista del populismo, al sátrapa que entra en tu casa y te dice que hablar de lo que él quiere es la verdadera emancipación.