En la primera mitad del siglo XVI, durante el reinado del emperador Carlos de Austria, eran muchos los reinos y Estados que configuraban la monarquía hispánica, y cada uno de ellos seguía manteniendo sus instituciones propias (cortes, justicia, leyes, hacienda, fiscalidad, fronteras o moneda). El único nexo de unión entre todos ellos era la figura del monarca, Carlos I en este caso, que se consideraba «señor natural y propietario» de todos los territorios.

Desde luego, a la monarquía hispana no le resultaba nada fácil lidiar con tanta variedad de jurisdicciones y con semejante complejidad de dominios, por lo que puso en marcha toda una serie de acciones políticas para debilitar a esos poderes territoriales, a los que se sumaban además los señoriales, otro factor de diversidad que aún complicaba más el gobierno.

En esa misma línea, fueron muchos los escritores que, de acuerdo con los intereses de la corona, comenzaron a referirse a todos los habitantes de los dominios hispanos de los Austrias con el gentilicio «españoles». Uno de ellos, Alejo Venegas, publicó en 1537 un libro, al que tituló como Los vicios de los españoles, en el que señalaba los cuatro más destacados.

El primero era el «exceso en los trajes», que llevaba a muchos a gastar en vestidos y oropeles, es decir en apariencia externa, más de lo que podían asumir con sus recursos económicos.

El segundo era el gusto por la ociosidad y la vagancia, justificado por la consideración nobiliaria de que la práctica de los oficios, es decir el trabajo manual, constituía una actividad deshonrosa, lo que propició la existencia de la figura del hidalgo holgazán quien, a falta de rentas con las que mantenerse, prefería pasar hambre y carencias de todo tipo con tal de no trabajar.

El tercero era el orgullo, ostentación y altanería de los que hacían gala algunas familias, que consideraban que su linaje tenía la sangre más noble que la de la mayoría y que por tanto eran depositarias de privilegios exclusivos por derecho de nacimiento.

Y el cuarto, la exaltación de la ignorancia y el elogio de la misma, que llevaba a muchos a despreciar la cultura, la educación, la ciencia y el conocimiento, abundando en el retraso secular de España.

Estos cuatro «vicios» principales de los españoles del siglo XVI pueden ser perfectamente reconocidos en una parte de la sociedad española a comienzos del siglo XXI. Sobre todo el del elogio de la ignorancia y la incultura, que ha sido, desgraciadamente, tónica general en la historia de España.

*Escritor e historiadorSFlb