Víctor Morlán es un diputado del género hormiga. De haber sido futbolista, no sería Ronaldo pero metería diez pases al hueco y sacaría tres litros más de sudor en la camiseta. En casi veinte años en la Carrera de San Jerónimo ha subido a la tribuna en muchas ocasiones, pero nunca en las tardes de lentejuelas sino en las que deciden leyes, reglamentos, presupuestos, cosas de sustancia. Sus gafas han trasegado toneladas de números, informes, enmiendas. Yo, cuando quiero saber algo sobre carreteras, trenes, túneles o pantanos, le pregunto a Nuria Gonzalvo, y Nuria responde siempre: espera, que llamo a Vitín. Vitín (en adelante Excmo. Sr. Víctor Morlán) será secretario de Estado de Infraestructuras. Y eso, siendo aragonés, es como si ponen a un delegado de los sin techo a gestionar Hipercor. Hace unos días, cuando se conoció el nuevo Gobierno, los agonías de plantilla (alegremente coreados por los damnificados del 14-M) hicieron repicar sus campanas porque no había aragoneses en la lista, de tal guisa que uno hubiera pensado que don José María Aznar celebraba sus consejos tocado con cachirulo y sus ministros entraban a los sones del Paloteado de Boltaña. A veces es mejor que caigan cuatro series del tercer premio que un par de décimos del gordo. Y, además, Víctor es buena gente. Así que, suerte- y que sepa que le estaremos mirando, que cuando hablemos de los ejes de siempre, de Teruel, del AVE o del aeropuerto, sabremos ponerles cara. Y cara conocida.

*Periodista