El Partido Socialista volvió a ganar ayer unas elecciones generales en España (las segundas en un mismo año), siendo en consecuencia lo más lógico que siga gobernando. Bien con apoyos estructurales o puntuales, bien con la abstención de otros partidos. Lo contrario carecería de lógica y respeto al elector.

La victoria de Pedro Sánchez consolida en el turbulento presente a un partido, el PSOE, fundamental en la Transición, pero que llegó a tambalearse y a punto estuvo de ser derrotado por la oferta socialmarxista de un Pablo Iglesias que ahí sigue, en apariencia más moderado, al quite de ese miura del poder que tantos revolcones le ha dado, pero que confía abatir a base de suertes y argucias políticas, además de votos.

La cuadrilla de la izquierda, con Sánchez a los estoques, seguirá muy probablemente toreando en las plazas grandes de las autonomías y de los presupuestos, mientras la derecha afila sus banderillas a la espera de entrar a matar en plazas de vitola, como La Moncloa.

En el paseíllo, Santiago Abascal ha logrado colocarse a la par de Pablo Casado, quien, no obstante, sigue siendo el principal de una terna en la que a Albert Rivera están a punto de darle los tres avisos.

El PP, lejos aún de los buenos resultados de Mariano Rajoy (que entonces se consideraban malos) ha recuperado fuelle para liderar la oposición y recimentar el bipartidismo como modelo de estabilidad parlamentaria y de unidad nacional frente al auge de los independentismos. Sus nuevos desafíos serán triples: mantener un clima de seguridad institucional, prepararse para su próxima oportunidad electoral y distanciarse de una ultraderecha que no acepta las normas constitucionales, ni la mayoría de las reglas de juego de la democracia, pero que buscará, desde sus escaños en el Congreso de los Diputados, naturalizar sus mensajes e imponer sus recetas contra una larga serie de derechos civiles, y de las autonomías o la emigración tal como funcionan hoy.

Victoria socialista, como titular indiscutible de la jornada electoral, histórica, de ayer, pero, todavía, de nuevo, nervios e intriga para/hasta la formación del próximo gobierno.

Esperemos tome posesión en breve.