El nombramiento del general del Aire, Carlos Gómez Arruche, como director de la Guardia Civil, o el del teniente coronel en la reserva, Javier Fernández López, como delegado del Gobierno en Aragón han generado reacciones y debates que desvelan la existencia a fecha de hoy de notables y contradictorios estereotipos sobre la ubicación ideológica (por lo tanto política) de los militares españoles. Es curioso que casi treinta años después de la muerte de Franco, a un cuarto de siglo del advenimiento formal de la democracia y cuando han transcurrido casi veinte años del juicio y condena a los golpistas del 23-F, el Ejército y sus cuadros de mando sigan siendo vistos de acuerdo con viejos y a menudo erróneos lugares comunes. La derecha cree que los militares le pertenecen por definición, la izquierda desconfía de ellos o los desconoce. Y así hemos visto a un ministro de Defensa del PP, Federico Trillo, solventar con una frialdad rayana en el sadismo el triste suceso del Yak ucraniano, o al ministro actual, el socialista José Bono, presentarse ante sus subordinados mediante una escenificación patriotera y derechoide fuera de tono.

Muchos españoles no entienden a los militares, no saben quienes son ni a qué se dedican exactamente. En este aspecto (como en tantos otros) habremos de reconocer que el franquismo tuvo un gran éxito. La sistemática manipulación de la Historia Conteporánea de España y la utilización del Ejército como instrumento de la derecha autoritaria ha dejado un huella indeleble. Y sin embargo las actuales Fuerzas Armadas abundan en profesionales formados ya en las ideas democráticas y el respeto a la Constitución. En la Academía General hay un antes y un después tras el paso por su dirección del general Luis Pinilla, recientemente fallecido. La aparición de oficiales que simultanean su condición de tales con actividades intelectuales de alto nivel, la renovación generacional en todo el organigrama castrense y el establecimiento de unas nuevas relaciones (más relajadas y próximas) entre los militares y la sociedad civil son otros tantos factores de un cambio cuyo calado bastantes parecen desconocer.

La imagen del Ejército como bastión del autoritarismo ultraconservador (o fascista, si se prefiere) constituye la foto fija del régimen de Franco, pero la Historia ofrece situaciones menos definidas; situaciones que por supuesto fueron borradas de los libros durante cuarenta años, hasta el punto de que la izquierda actual también la ignora.

El papel del Ejército en el afianzamiento de las ideas liberales progresistas (desde Riego a Espartero) o su lucha contra la reacción carlista no son cuestiones demasiado conocidas por la opinión pública. En las sucesivas guerras civiles que se dieron en nuestro país durante siglo y medio no son pocos los episodios (por ejemplo, la cincomarzada ) en que las tropas regulares colaboraron con las milicias populares. El último y definitivo enfrentamiento entre españolas, la guerra del 36-39, tampoco fue estrictamente una dramática batalla entre el Ejército y el pueblo.

La sublevación del 18 de Julio dividió de entrada a las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Los primeros caídos a manos de los rebeldes fueron militares leales a la República. En las plazas de Africa, los mandos que rechazaron sumarse al pronuncimiento fueron asesinados de inmediato. Lo mismo ocurrió en Pamplona, donde todo empezó con la muerte a tiros del comandante de la Guardia Civil. Tras el golpe de Estado, 22 generales quedaron en servicio en la zona republicana, por sólo 17 en la zona sublevada. La Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA), especialmente fuerte en el arma de aviación, mantuvo al servicio del gobierno legal el ochenta por ciento de los aparatos. En Barcelona o en Madrid, la Guardia de Asalto (policía nacional), la Guardia Civil y oficiales de carrera participaron decisivamente (junto con las milicias populares) en los combates para sofocar la insurrección.

De la guerra colonial en Marruecos a la guerra civil española del 36-39 hay un hilo conductor en el que políticos patriotas y militares africanistas comparten objetivos y tendencia autoritarias. Pero aquellas fueron unas circunstancias determinadas por situaciones ya superadas. Hoy, el presidente del Gobierno español es el nieto de un militar de carrera fusilado por su lealtad a la República. Y en las Fuerzas Armadas y en los Cuerpos de Seguridad del Estado se han producido tantos o más cambios que en el resto de la sociedad. Militares, como civiles, los hay ahora de todos los pelajes. Recordemos, en fin, que no fueron gentes de armas los que hace bien poco nos metieron en la guerra de Irak.