Reconozco que este artículo lo he sacado del cajón que tengo como reserva. Cualquiera que sea la fase en la que el lector se encuentre, estoy seguro que agradecerá que hoy no hablemos del virus ni de los púgiles de la política de cada día. Hablaremos de lo que fue actualidad antes del covid-19 y que volverá a serlo después de la vacuna, porque la habrá.

Por ejemplo, nada importa que, de entre los cargos del Gobierno de coalición PSOE-UP, solo un 4% sean aragoneses. Porque lo primero que deberíamos preguntarnos es qué hicieron por Aragón casi todos los que estuvieron ejerciendo de ministros y altos cargos de la administración en los sucesivos gobiernos de UCD, PSOE y PP. Salvo excepciones dignas de consideración: casi nada. Lo mismo importa que representen el 4% que el 40%: nada. Primero, porque nada pueden hacer de especial cuando su competencia se extiende a todo el territorio nacional y segundo porque no suelen querer hacer nada, abducidos por el tronío de la capital de España.

En el Estado de las autonomías, lo importante es que cada comunidad tenga y ejerza en plenitud las competencias que determina su estatuto; se beneficie de un modelo de financiación justo y adecuado a las características de su territorio y no sufra las desigualdades de una política discriminatoria en favor de las comunidades que pretenden parcelar España. En definitiva, a los aragoneses nos interesa, sobre todo, disponer de cargos con poder bastante y dedicación exclusiva a Aragón, superando esa especie de complejo de provincia, que algunos demuestran en su trato con todo lo que procede de Madrid. Los mejores, los más preparados y capaces, deben de jugar en casa, que es donde se deciden cuestiones vitales de nuestro día a día.

Estamos rodeados de lugares comunes, tópicos y estereotipos, que están convirtiendo la política en una vulgaridad. Nos perdemos por las ramas, en declaraciones altisonantes, en zascas, sin profundizar en la realidad y solución de los problemas. O empezamos a derrumbar los tapiales de lo que nos imponen como políticamente correcto y de obligada difusión, o nunca encontraremos esa especie de punto G que motiva a la gente, sirve para diseñar el futuro y debe poner en marcha planes que interesen a la mayoría de los ciudadanos, no solo a los que llenan los reducidos circuitos de la política, cada vez más atascados. Basta ver que todos los telediarios dan siempre las mismas noticias, interesen o no a los televidentes, para comprobar que alguien decide sobre lo que hay que hablar cada día. El seguidismo de la agenda marcada termina anulando cualquier análisis con cierto rigor. Menos mal que en Aragón tenemos la CARTV, cuyos informativos son diferentes a los demás.

O hacemos el análisis minucioso de cada uno de los problemas que nos acucian, incluyendo los que no aparecen en los telediarios nacionales, o nos encontraremos con que la cuestión se pasará de moda y nada se habrá hecho para resolverlo. Y así, hasta la eternidad. Sobre todo, si el problema tiene que ver, por ejemplo, con alguna competencia del Ministerio de Fomento. En Aragón sabemos mucho de eso.

Veamos algunos ejemplos más: precios agrarios, salario mínimo, despoblación y pensiones, asuntos que el virus parece haber hecho olvidar.

Tengo la impresión, en mi función de observador relativamente imparcial, que en estos asuntos se dicen mentiras a medias y medias verdades. Todo queda en una forma de toma y daca entre administraciones y los interesados o afectados, rellenando en abundancia los medios de comunicación y con unos ciudadanos que pasan la página política, para recalar en la de sociedad o deporte.

Cuando aumentó el salario mínimo, aún no habían pasado dos semanas y, en Aragón, la oposición preguntaba al Gobierno por el número de contratos que se perderían en el campo aragonés a consecuencia de la subida. Desconozco la respuesta, aunque supongo que el Gobierno también.

Si hablamos de despoblación, la cuestión se ha convertido en un mantra que nadie resuelve porque nadie sabe hacerlo. Posiblemente, porque no tenga solución, pero nadie se atreve a decirlo. O, si la tiene, no la quieren aplicar. Hablar menos del problema y hacer más es una buena solución.

¿Cómo pueden las gentes del campo resistir tanto tiempo gastando más de lo que obtienen por sus productos? ¿Nos faltan datos a los ciudadanos para valorar el problema? ¿Qué incidencia tiene la PAC en el asunto? Recuerden las manifestaciones de tractores cuando el virus ya andaba por ahí.

Y por último, las pensiones: ¿es lógico que casi 10 millones de pensionistas no sean el objetivo número uno de cualquier gobierno? Con sus familias, representan la cuarta parte del país, en votos.

En definitiva, o cambiamos al guionista o esta película no la verá nadie.