Primera semana de septiembre y seguimos igual que a finales de julio: sin Gobierno de España. Ni indicios. El próximo día 23 expira el tiempo hábil para que no haya repetición de elecciones generales. Salvo sorpresa de última hora (que todo puede pasar) habrá elecciones el 10 de noviembre. Lo que supondría un fracaso de la política y los políticos, y un cuestionamiento de los partidos políticos. Tras la rapidez cómo en Italia han solventado la crisis de gobierno, aún chirría más la lentitud inoperante de la política española frente a la profesionalidad de los políticos italianos.

Es obvio que la política española ha cambiado, y no solo porque ha finalizado el bipartidismo, reemplazado por un «bi-bloquismo» izquierda-derecha, más el eterno posicionamiento voraz y oportunista de los nacionalismos catalán y vasco. En el fondo, no es grande el cambio. Yo creo que el mayor cambio reside en el perfil de los nuevos líderes políticos. Los cuatro son jóvenes y con un perfil político menos ideológico y más mercadotécnico. Y si los líderes son así es porque los afiliados y electores así lo han querido. Lo que nos lleva al profundo cambio de la sociedad española. Quizás rascando por ahí podamos entender mejor la situación de bloqueo actual.

Los dos parámetros más significativos de la sociedad actual son la globalización y la digitalización. Ambos refuerzan al mercado como el factor casi exclusivo de cualquier decisión, personal o colectiva. El pensamiento abstracto o el papel tradicional del intelectual han perdido importancia en el devenir de los acontecimientos. Las cosas ya no son así porque deben ser así sino que son así porque son así. Esta tautología la uso para dar a entender que desconocemos las causas de los cambios, aunque causas siempre hay, aunque solo detectemos los cambios.

Si analizamos el advenimiento del partido Podemos, observamos que fue un exabrupto de la juventud española, harta del lánguido transcurrir de los partidos tradicionales. Podemos supuso el despertar de una esperanza para mucha gente y el miedo para mucha otra. Este segundo grupo de gente temerosa era mucho más poderosa que el primer grupo. Era gente de orden, del orden de siempre. Tan poderosa que pulsó las teclas correspondientes para configurar otro partido joven, Ciudadanos (Cs), que trasmitiera la esperanza de otra gente joven más derechista pero también distinta de los partidos tradicionales. Para ello usó los mismos mecanismos que usa el mercado para vender sus nuevos productos: la novedad que te promete una mejor respuesta a tus deseos y necesidades.

Ya tenemos dos nuevos partidos que compiten con los viejos PSOE y PP. Ambos tienen tintes de modernidad. Hubo un tiempo (2014) en que Podemos asustó al PSOE y todo lo que él implicaba. El estatus de la izquierda tradicional tembló y el PSOE crujió. Recuérdese toda la crisis orgánica de la vieja guardia socialista frente a un advenedizo Sánchez, que se levantó de la lona y venció por juventud, arrogancia y buena planta, contando con el cansancio de la militancia socialista. Algo parecido sucedió con Cs. Hizo temblar al viejo PP y hasta el Ibex 35 apostó por el nuevo producto (claro, era su producto). Nos vendieron la imagen de un nuevo partido liberal de centro, regeneracionista, que iba a resolver la vieja corrupción y el clientelismo de la derecha.

Ya tenemos lo mismo de siempre pero en cuatro envases. Pero algo ha fallado, posiblemente los dos líderes nuevos no han seguido la partitura que para ellos habían escrito, su caudillismo personal ha quebrado la fe que en ellos había depositado mucha gente. No han caído en la cuenta de que un partido político es un proceso lento, con avances y retrocesos, pero debe tener una coherencia que le dé credibilidad a corto y medio plazo. No han sabido esperar y van a pinchar. En cambio, los dos viejos partidos han modificado el perfil de sus jóvenes líderes y los han adaptado al nuevo mercado. Añádase a ello la fidelidad de los viejos militantes que garantizan un suelo mínimo en los peores momentos.

¿Qué tiene que ver todo esto con el bloqueo político actual? Pues que los criterios que se usan para resolver la crisis ya no son los de antes: antes, lo importante era el país y lo demás era instrumental. Ahora son criterios aparentemente más leves pero realmente más férreos. Porque los líderes que los encarnan miran más el (su) futuro que el presente. Dicho de otra manera, con sus aciertos y errores los políticos anteriores habitaban en una ortodoxia más duradera y menos flexible. Hoy la política forma parte del mercado de una manera más estrecha que nunca, de manera que, aunque siempre ha sido así, ahora se nota más. Sánchez, por ejemplo, es un gran actor que cuenta con un gran guionista. Ante los poderosos modelos de comunicación y demás redes digitales, su poder de persuasión es muy fuerte. Más la adulación y vasallaje de casi todos hacia el que manda. No necesita de un gran aparato ideológico.

Los que nos hemos politizado hace ya mucho tiempo, no estamos cómodos en estas coordenadas, pero hay que intentar entenderlas y aceptarlas como nuevas reglas de un nuevo juego al que hay que jugar. De lo contrario, nos tendremos que dedicar a jugar al dominó.

*Profesor de Filosofía