Ya no me cebo con las consecuencias de lo que Villarejo filtra desde prisión. Por puro hastío. Porque el excomisario (arquetipo del polizonte ful que pulula por los sumideros y las cloacas del Estado) no es en sí mismo la enfermedad, sino su síntoma: una especie de explosivo absceso cuyo pus se abre camino hacia la superficie. No tengo ninguna duda de que este sujeto será capaz de crear auténticas tormentas en el sistema político (también podría hacerlo en el empresarial, pero eso quizás no le interesa tanto), pues queda claro que fue y vino, tuvo la coartada de su alto puesto en el organigrama de Interior, grabó todo y a todos... y en consecuencia hoy dispone de munición inagotable, bien sea por las conversaciones improcedentes atrapadas en reuniones informales con personajes significativos (caso Delgado), o por la existencia de reuniones formales y oficiales u oficiosas, donde dirigentes políticos le pidieron que realizase algún tipo de operación encubierta (caso Cospedal). Supongo que los segundos deslices son más graves que los primeros, pero eso ya no importa tanto como constatar la oscura naturaleza de un sistema donde las élites practican con deleite la sinvergonzonería. Sea la influencia de la vieja y omnipresente España negra, sea el factor hispánico-católico (e incluyo aquí a catalanes y vascos por muy nacionalistas que sean), sea la no-moral de estos tiempos... el caso es que desde el Rey que presidió la Transición hasta buena parte de las ¿idealistas? izquierdas, pasando por esas derechas que siempre supieron poner una vela a Dios, otra al Diablo y ganar mucho dinero, aquí ha sido imposible imponer unos mínimos éticos y estéticos de obligado cumplimiento. Y, por favor, no me vengan ustedes con la corrupción de los políticos y bla, bla, bla. Basta de chivos expiatorios. Buena parte de los grandes banqueros y empresarios, de los conseguidores de alto nivel, de la cúpula del funcionariado, de los jueces integrados en grupos de presión y de la mismísima jerarquía eclesiástica han jugado ese juego. Que se lo pregunten a Villarejo. HSFlb