Los gurús electorales están urdiendo una campaña que permita arañar los votos que están fuera del bloque ideológico -izquierda, derecha o nacionalismo- dibujado en los últimos meses. Todo ello con una simulación buenista del típico candidato que no ha roto un plato durante la parálisis vivida ni que impone sus líneas rojas.

El giro al centro o a la moderación es una pose electoral vacua. No hay giro hacía ningún lado mientras no cambies ni una coma de tu programa electoral.

Otra cosa es la mutación del comportamiento de un político en esta repetición electoral. Pero ni por asomo se debe al interés de la mayoría ni a un movimiento por buscar un acuerdo fáctico.

El caso más sintomático del político camaleón es Albert Rivera. El bien apodado por Santiago Abascal como la veleta naranja ha cambiado su táctica. Pero no sutilmente como el resto, sino drásticamente.

El movimiento de Ciudadanos por abrirse a un posible pacto con Pedro Sánchez de cara a la próxima contienda electoral debe analizarse como una huída a lo que haga falta para que su resultado no termine en batacazo.

Ciudadanos carece de una ideología férrea que le permita siempre nadar a contracorriente con la solidez dogmática que no despiste a sus votantes. Es la oportunidad y la debilidad de un partido bisagra de corte liberal.

Tan sOlo el miedo a la intemperie electoral puede explicar el cambio de rumbo. Cuando se masca la tragedia, el político ramplón es capaz de anteponer la supervivencia y dejar de lado todos los desastres patrióticos que se aventuraban.

Sánchez, y su banda, eran un peligro sobrenatural, una suerte de tsunami bolchevique auspiciado por los males de España ¿no? La apertura hacia ese PSOE denostado -siendo suave- por Ciudadanos será difícil de explicar. Y más aún de entender.

Los dirigentes aragoneses comienzan a anticipar un descalabro electoral sin olvidar las imposiciones de la cúpula de Ciudadanos para no acercarse a Lambán en el prometido gobierno a dos bandas.

El no es no incansable de Pérez Calvo y los suyos se ha mantenido hasta que la latencia del bloquismo les ha dejado sin voz, sin razón y sin predicamento.

Está por ver si los votantes de Cs entenderán el viraje de Albert Rivera. O quizá esta decisión dibuje su lápida electoral. Un político veleta que pasó sin pena ni gloria.