Desde hoy, los aragoneses tendrán que llevar de forma obligatoria la mascarilla, incluso en espacios abiertos y aunque se mantenga la distancia personal, salvo por razones médicas. Esta es la primera medida que se adopta contundente, que además tendrá un apartado sancionador para el que incumpla, para todo Aragón desde que se ordenara la vuelta a la fase dos a cuatro comarcas aragonesas tras detectarse varios rebrotes. Paralelamente, la Generalitat ha decretado el confinamiento total en la ciudad de Lérida y en otras siete localidades del Segriá, precisamente las más próximas a Aragón, y las que tienen una comunicación carretera con la comunidad. La situación en toda esta franja es preocupante y exige la toma de decisiones contundentes y una concienciación absoluta por parte de todos de la necesidad de cumplir las normas preventivas. De lo contrario, el virus podría volver a diseminarse y tornarse incontrolable. Precisamente, cunde la preocupación por estos brotes en el Aragón oriental y en Cataluña, pero también el de Tudela y los posibles contagios aislados en Tarazona, Calatayud y Zaragoza, ya que en la capital empieza a haber bastantes casos y muchos de ellos ya no se pueden rastrear.

Por ello, conviene insistir en que no es momento para la relajación. Que el virus sigue estando presente y que sus efectos son devastadores, como bien se pudo apreciar durante la pasada primavera. Se ha sufrido mucho y se han tomado decisiones muy duras, como supuso el cierre total de la actividad y la prohibición de salir a la calle sin causa justificada. Por ello, es el momento de extremar todas las precauciones y volver a demostrar el comportamiento cívico. Va mucho en ello, ya que un segundo confinamiento sería un lastre económico del que difícilmente se podría salir. Eso, por no hablar del drama que supondría volver a perder miles de vidas humanas, como se ha vivido durante los meses pasados. Por tanto, es el momento de mantener todas las alertas.