Un país para viejos... sin pensión. Guardemos la ideología en un cajón, miremos los datos y, con más o menos lágrimas, arremanguémonos. Porque el futuro pinta mal, muy mal. La tendencia se consolida. Esta semana hemos sabido las últimas cifras. En una sola década, los nacimientos han caído un 29% en España. Ha disminuido el número de hijos por mujer y se ha retrasado la maternidad. De nuevo, más muertes que nacimientos. Igual que en el 2017 y el 2015. ¿Entendemos lo que nos está pasando?

En demografía se considera que una generación se reproduce cuando el promedio de fecundación es de 2,1 hijos por mujer. España lleva desde el 2009 por debajo de 1,4; está a la cola de Europa. Y ahora, volvamos a abrir el cajón. Porque ahí, en las ideologías, tenemos las oportunidades y también los palos en las ruedas.

Este país envejecido y sin recursos asegurados para su bienestar solo puede revertir la situación de dos modos, incentivando la maternidad y dando la bienvenida a la inmigración. No hay más. Y los guardianes de las esencias, esos que sacan bustos de Abderramán III, antes de descartar una opción y mirar con avidez a los úteros patrios deberían pensar qué están ofreciendo a las mujeres para promover la maternidad.

Las mujeres no van a volver a encerrarse en sus hogares, la familia tradicional está en crisis y las relaciones de pareja son más líquidas que sólidas. Solo si las mujeres tienen la seguridad de que la maternidad no supondrá ningún freno para sus carreras profesionales, se animarán a tener más hijos. Solo si el mundo laboral se adapta a los cuidados y estos se convierten en el pilar de la cosa pública, desde ayudas prolongadas a la crianza, acceso a una vivienda en condiciones y apoyo en todas las fases de la educación, habrá un futuro.

Esos que tanto y tan vehementemente declaran su amor a la patria, deberían ser conscientes de que, para evitar su extinción, tendrán que ir considerándola una matria. Si dudan de cómo emprender la transición, en el feminismo encontrarán la inspiración.

*PeriodistaSFlb