Vía el coronavirus y su nuevo confinamiento provincial, vuelve el provincianismo.

Según el muy localista y provinciano Quim Torra, regresa con esta medida la España de 1833, cuando el gobierno de Cea Bermúdez, a la muerte de Fernando VII y mediante decreto (¿les suena?) estableció el modelo territorial de una España dividida en 49 provincias (hoy son 50, porque entonces las islas contaban una). El Reino de Aragón pasaba a ser una región con tres provincias: Zaragoza, Huesca y Teruel. Calatayud y Alcañiz manifestaron su ambición de convertirse en administraciones provinciales, pero no lo lograron. Caspe, que había caído en la provincia de Teruel, optó por pertenecer a Zaragoza. Calamocha, que había sido incluida en la provincia zaragozana, manifestó su deseo de pertenecer a la turolense. Regímenes, gobiernos y Constituciones respetarían en adelante, y hasta la actualidad, esta división territorial de inspiración francesa, e irían determinando sus competencias, sucediéndose distintos modelos de gestión, hasta las actuales diputaciones provinciales.

Ahora, el Gobierno de Pedro Sánchez y su muda oposición nos invitan a conocer mejor nuestra provincia, de cuyos límites no podremos salir en unas cuantas semanas. Conocer o reconocer sus patrimonios y bellezas, beneficiar su turismo interior, fraternizar, sin efusiones, con nuestros paisanos, conducir, ahora que el coche vuelve a ser políticamente correcto, por nuestras pintorescas carreteras comarcales haciendo, en definitiva, de la necesidad virtud, puede ser la mejor manera de ir pasando la pandemia.

Sin sufrir, como está sufriendo el presidente catalán al ver su ilusa república encapsulada en cuatro pequeñas provincias con sus peculiaridades, costumbres y acentos, incomunicadas entre sí para distanciarse acaso en futuros cantonalismos al margen de su pandémico control y con él encerrado, maniatado, en una Generalitat sin competencias en la crisis.

¿Regresión? Límites provinciales y política provinciana, más que autonómica, la de un Gobierno central que todo lo ve invisible: el enemigo vírico y las cárceles sanitarias. ¿Progresión, progreso, progresismo…? Ustedes mismos.