La opción de compra o alquiler para tener acceso a la vivienda está ligada siempre a la capacidad económica para hacerle frente y a la mentalidad que en cada sociedad se haya desarrollado en función del parque de casas disponibles. No es lo mismo asentar, como en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, la promoción de viviendas de alquiler en las ciudades devastadas, que en la España del desarrollismo, impulsando la propiedad y la financiación hipotecaria a falta de ofertas públicas en arriendo. Además, la adquisición se veía como un plan de ahorro. Casi el 80% de los españoles viven en casas en propiedad --o en proceso de serlo-- mientras en Alemania rondan el 50%. Por lo mismo, los que allí viven alquilados son el doble que en nuestro país... de momento. Porque el estallido de la burbuja inmobiliaria dejó claros los riesgos del compromiso con el ladrillo y el desempleo y los contratos precarios posteriores decantan como única opción posible la del alquiler para muchos ciudadanos. En urbes turísticas son expulsados directamente por los precios y, en las más discretas, el aumento sigue escalando. Entre otras cosas porque crece el volumen de los que compran pisos a tocateja con la idea de rentabilizarlos a través del alquiler. Los expertos dicen que la inversión en vivienda social en España debe sextuplicarse para abaratar el alquiler. En Berlín, (y eso que tienen un índice de referencia para el precio desde hace décadas) ya están en las calles clamando contra las subidas y la escasez. Aquí aún no se sabe si el asunto tendrá cabida en la campaña electoral. H *Periodista