Siempre, pero en los últimos años con más intensidad, el tema de la vivienda hace correr ríos de tinta en los periódicos, llena las tertulias radiofónicas y televisivas y recorre la escala del debate político desde el pleno del más humilde ayuntamiento hasta las Cortes Generales. Economistas, empresarios, urbanistas, financieros y políticos repiten, año tras año, las mismas razones para explicar porqué sus predicciones del año anterior no se han cumplido. El final del 2003 no ha sido una excepción. Hace un año, los expertos pronosticaron una "ralentización" del crecimiento de los precios de las viviendas para situarse en el entorno del 9%, la mitad del crecimiento durante 2002. Pero no se han cumplido sus predicciones. El año 2003 la vivienda ha subido en España una media del 18%.

Eso sí, vuelven a pronosticar una "ralentización" para el año 2004.

Lo que más me llama la atención de la avalancha de comentarios al respecto es que las razones con las que se pretende explicar la desmesurada subida del precio de este bien de primera necesidad, se repiten año tras año, sin cambios significativos; el precio del suelo, el crecimiento de la demanda, la rigidez de la oferta, la demanda extranjera, la inmigración, los pisos vacíos, la especulación pública y privada, el bajo coste de las hipotecas, la extraña preferencia española por la propiedad, la escasa oferta de pisos en alquiler, el precio del módulo de VPO, la mejora de la economía. Cada una de las opiniones combina estos argumentos, con mayor o menor objetividad, para explicar la escalada de precios. Pero, año tras año, todo sigue igual.

Sólo se me ocurren dos explicaciones a esta paradójica combinación de conocimiento reiterado de las causas de un fenómeno y de incapacidad de afrontarlo. O se desconocen las razones auténticas y tras tanta palabrería lo que se esconde es una profunda ignorancia, o no se quiere resolver, es decir que aquellos que pueden hacer algo por frenar los precios de la vivienda consideran que este crecimiento es algo deseable.

LO CIERTO es que si volvemos a leer esas mismas opiniones desde este nuevo ángulo, veremos que tras un gesto disgustado, un ligero tono lastimero e impotente, los grandes "expertos" rara vez califican el alto precio de la vivienda como algo negativo para la economía española. Todo lo más se hace alguna advertencia sobre la necesidad de diversificar las locomotoras del crecimiento económico, pero más por el peligro que supone que la actual, la construcción, se pare que por el hecho de que vaya a toda velocidad. Incluso algún político, acostumbrado a ponerse el mundo por montera, declara con todo desparpajo que si los pisos son caros es porque los españoles somos capaces de pagarlos.

Por todo ello comienzo a pensar que hay gran interés en que la vivienda siga subiendo de precio. Creo que todos los grandes agentes económicos, empresas, bancos, gobiernos desean en privado, en la intimidad de sus despachos, que el globo siga engordando. Todo el mundo hace negocio. Propietarios, promotores, constructores, intermediarios, agencias, publicistas, arquitectos, bancos, gestorías, los agentes públicos, notarios, registradores y también la hacienda pública que compensa bajadas de impuestos con la mayor recaudación por IVA y otros impuestos sobre la vivienda. Se han hecho inversiones, se han levantado expectativas sobre la base de que el negocio seguirá creciendo. Por eso niegan que exista una burbuja inmobiliaria o que exista el riesgo de que estalle. De sólo pensarlo les entran sudores a todos.

EN REALIDAD los únicos interesados en detener los precios somos los compradores finales de esos pisos. Los ciudadanos y las familias que necesitamos un sitio donde vivir, en condiciones dignas y acordes con la evolución que nuestra realidad personal va teniendo. Por eso cambiamos de vivienda: necesitamos pisos mayores para alojar a los hijos que van viniendo. O cuando, por desgracia, nuestro proyecto de familia fracasa, necesitamos nuevos alojamientos. O si el mercado laboral nos lleva a nuevos lugares. Estas y otras necesidades las cubriríamos mejor si la vivienda fuera más barata.

El precio de la vivienda está empeorando nuestra calidad de vida. Los españoles vivimos peor. Necesitamos una vivienda con un precio más moderado. Porque además si la burbuja que no existe, estalla, las consecuencias las pagaremos nosotros. Seremos nosotros los que no podamos pagar los recibos de las hipotecas y perdamos la propiedad de nuestros pisos. A ver entonces que razones nos dan para explicarlo.

*Presidente de la Unión de Consumidores de Aragón