En una semana políticamente tensa, en la que hemos sabido que, "a lo mejor", no había armas químicas en Iraq que justificasen la invasión, y en la que se ha cerrado en falso la crisis de Cataluña, se corre el riesgo de no detenerse demasiado en noticias como la que desvelaba el Periódico hace unos días: La tragedia de una mujer inválida, de 70 años, que tuvo que vivir dos días encerrada con el cadáver de su compañero de piso, al no poder pedir ayuda a los vecinos debido a su invalidez. De no ser por el voluntario de Cruz Roja que habitualmente acudía a prestarles ayuda, Josefina hubiera muerto de inanición, y de soledad. En un amplio informe, este diario desvelaba que el 23% de las personas mayores de Zaragoza viven solas, y muchas en malas condiciones económicas. Hay más. De los 258.557 aragoneses mayores de 65 años, solamente un 2,3% reciben ayuda social pública. Algo no funciona. El abandono de un gran número de ancianos es responsabilidad de todos, empezando por las familias que, en muchas ocasiones, incumplen con la obligación moral de ayudarles. Las administraciones, por su parte, deberían saber que es prioritario establecer las partidas necesarias para paliar las consecuencias de una realidad social que discurre al margen del "milagro económico español". Pero parece que hay otros intereses mucho más rentables políticamente. ¿Cómo se entiende si no el recorte presupuestario del Ministerio de Asuntos Sociales a Aragón para hacer frente a las ayudas a domicilio, o plazas en las casas de acogida? Menos propaganda y más hechos. *Periodista