Es una imagen impactante. Es como volver a la vida. Aprender a caminar por primera vez. Es un milagro científico que si se consolida puede cambiar la vida de varias generaciones. Un equipo del Hospital Universitario y la Escuela Politécnica de Lausana, Suiza, ha logrado hacer andar a tres pacientes con una lesión crónica en la médula espinal. Dolencia que les tenía postrados en silla de ruedas. Aún caminan con dificultad y necesitan la ayuda de chalecos anclados a una pequeña grúa para mantenerse erguidos. Pero los tres han relatado que sus extremidades han empezado a responderles después de tanto tiempo sin sentir nada. Han empezado a controlar ciertos movimientos.

La clave del maravilloso experimento está en la estimulación eléctrica. Casi una veintena de electrodos se colocan en la zona lumbar de la columna que activa el resto del cuerpo. Si no fuera por el esfuerzo de los investigadores en su estudio y por el duro entrenamiento de fisioterapia de los pacientes podríamos estar hablando de magia. Las posibilidades de la tecnología aplicadas cada vez más a la medicina nos permiten soñar con situaciones que hasta ahora eran impensables y propias de la ciencia ficción.

Hace poco una amiga médica me mostró la imagen de un hombre que sufría párkinson en estado muy avanzado. Todo su cuerpo temblaba sin control sentado en una silla de hospital en EEUU. La prueba a la que fue sometido permitía verle intentando tocarse la nariz y coger un vaso ante la mirada de su familia y del personal médico. En la primera tentativa no lo consiguió. Se daba manotazos en la cara y hacía crujir el vaso de plástico que le habían dado.

La escena de tristeza y frustración cambió radicalmente de tono cuando los facultativos conectaron los electrodos. El paciente aparecía entonces más estable, sonriente y dispuesto a intentarlo de nuevo. Hasta una decena de veces consiguió tocar la punta de su nariz con su propio dedo sin sacudidas y con una precisión increíble. El momento más emocionante llegó cuando intentó coger el vaso lleno de agua. No derramó una sola gota y hasta se lo pudo beber. Cuando terminó, su cuerpo comenzó a temblar pero en este caso por la emoción de sus familiares, que lloraban y aplaudían fascinados con este avance neurológico.

En España también tenemos motivos para el orgullo. El Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, el Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla y el Hospital Universitario de A Coruña han puesto en marcha un estudio que, si sale adelante, permitirá tratar lesiones medulares con células madre. Una España de la que debemos sentirnos orgullosos... una parte de nuestro país que deberíamos cuidar como un gran tesoro. No hay que marcharse muy lejos para hallar la magia.

*Periodista