Empezar el confinamiento fue difícil y la salida apunta a que lo será más. Cuándo volver, cómo y quiénes ocupa ahora el centro de todos los debates, mientras que la epidemia sigue su curso sin haber colapsado nuestro sistema sanitario pero con datos todavía preocupantes. Aquí está la mayor complejidad, el levantamiento de nuestras estrictas medidas restrictivas y la vuelta a un escenario más real de contagio con las primeras medidas de reactivación de la economía.

El camino a una «no normalidad» debe abrirse paso, la hibernación no puede ser permanente y el virus nos estará esperando en cuanto crucemos nuestra puerta día arriba, día abajo.

Los decisores políticos asumen ahora el mayor de los riesgos y no van a estar respaldados unitariamente por los expertos médicos, por los agentes sociales y mucho menos por el resto de los partidos. La cautela es importante en la gestión pública, pero la determinación lo es todavía más, aun sabiendo que el entorno es cambiante y las decisiones no son irrevocables. La expansión de la enfermedad no conoció fronteras, sí de la prevalencia en personas mayores y en varones, así que las salidas basadas en principios territoriales como reflexionaba Bill Gates no parecen operativas, «mientras el covid-19 siga presente en algún lugar, será un problema para todo el mundo». La estrategia en la lucha debe ser global y sobre todo corresponsable.

Las propuestas sobre una doble velocidad en la salida del confinamiento, priorizando las zonas rurales frente a las urbanas nos devuelven al enfrentamiento prepandémico, a la consideración de estos territorios como entornos homogéneos y aislados del resto de las poblaciones y nada más lejos de esa realidad.

Las zonas rurales son diversas y su supervivencia depende de la conexión con el exterior. No solo la movilidad laboral en territorios de frontera con otras comunidades autónomas es el común de nuestros días, sino la necesidad extensiva de mano de obra para la nueva campaña agrícola dificulta el aislamiento. Hoy dos comunidades autónomas eminentemente rurales como Castilla-León y Castilla- La Mancha ocupan la tercera y cuarta posición en el mayor número de contagios, con menos medios sanitarios y gran parte de los consultorios locales cerrados y concentrados en los centros de salud, por lo que la desescalada tiene tantas particularidades que el fraccionamiento del país para la misma se complica. El reconocimiento de la diversidad debe ser un valor central en la salida, pero la solidaridad será la que nos saqué de esta.