Lejanas las precampañas electorales en las que la mayoría de los partidos andaban en promesas incumplibles, y por supuesto incumplidas, y deslizando en sus discursos banales insultitos al ajeno, acusaciones tontas y chistes macarras. Ahora ya no. Ahora ya no somos sólo mentes simples de voto cautivo y de intereses sencillos. Ahora creen que somos directamente idiotas. Ahora en la precampaña se roba directamente de los fondos públicos, se espía al contrincante con las armas del Estado, te colocan a la espalda un muerto o dos como premio por tu aguante, se emiten anuncios inmorales para tapar sus carencias de proyecto y vergüenza y sustituyen tu memoria con un poco de diseño como maniobra de distracción. Es inútil leerse un programa electoral. Son, pasado el día de la urna, papel para el olvido. Se hicieron rápido y sin pensar, en el convencimiento de que la ideología es cosa vieja y peligrosa y lo que mola es la modernidad, el liberalismo y la cintura ancha para mentir y aguantar. El ciudadano pasó a ser votante, el votante, consumidor y el consumidor objeto de análisis sociológico porque el programa es sólo un anuncio hecho por expertos en marketing.

*Periodista