En mayo de este año se celebrarán en la Unión Europea las elecciones al Parlamento Europeo, de las que saldrán los diputados que integrarán la Eurocámara hasta 2019. Está convocada, pues, a tales elecciones la ciudadanía española, de la que solo el 57% se siente hoy ciudadano europeo, frente al 69% en 2009.

Personalmente, he sido siempre partidario de una Europa de la ciudadanía, recorrida desde hace miles de años, entre otros muchos, por Homero, Platón, Ovidio, el Humanismo y la Ilustración, Locke, Leibniz, Kant, o Habermas. Por su parte, Ortega y Gasset explicaba que la europeización de España forma parte de su propia identidad, de su propia "circunstancialidad", y nuestro Joaquín Costa tampoco concebía el regeneracionismo de España al margen de su europeización. Esta Europa en la que creo, aunque maltrecha, sigue viva y en pie, si bien tiene muy poco que ver con esa mole burocratizada llamado Unión Europea (UE) a cuyas elecciones parlamentarias estamos convocados en mayo. Hoy la UE real, la UE que junto con el FMI decide sobre nuestras vidas y nuestro bienestar, la UE de los mercados que privilegian solo a los ricos y a los potentados, muy poco o nada tiene que ver con la Europa unida en la paz universal propugnada por Emmanuel Kant.

Hoy nuestro porvenir económico, político y cultural se cuece y se decide fundamentalmente en los verdaderos centros de toma de decisiones sobre nuestro presente y futuro como trabajadores y ciudadanos: Bruselas (especialmente, la Comisión Europea), el BCE y el FMI. Pues bien, a ninguno de sus miembros he podido elegir jamás, por la clara y simple razón de que no son elegibles.

Concretamente, los 28 componentes de la Comisión Europea (uno por cada Estado miembro, más el presidente), no son elegibles por parte de la ciudadanía, sino nombrados por el Consejo Europeo, que tampoco puedo elegir. Ciertamente, se requiere la aprobación final por parte del Parlamento Europeo, pero todo hace prever que los próximos comisarios estarán al servicio y al dictado de los intereses, los lobis y los poderes de siempre. Pues bien, todo este entramado denominado Comisión, asistido por 38.000 funcionarios, es el que decide, sin vergüenza y sin sensibilidad alguna, la sistemática reducción de salarios, el recorte de derechos y libertades, y la subida de impuestos a las clases más depauperadas.

SON EL FONDO Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (BCE) y Bruselas los que están arruinando la vida de la ciudadanía siguiendo fielmente la doctrina económica neoliberal. Por ello es posible preguntarse si el Parlamento Europeo, el único organismo elegible por la ciudadanía, no deja de ser, de hecho, una institución florero dentro de la UE, aunque se le otorgue gran relevancia protocolaria.

Un órgano similar en importancia para la toma de decisiones es el Eurogrupo. Pues bien, el Eurogrupo es una reunión informal, de discutible naturaleza jurídica, que congrega al menos una vez al mes a los ministros de Economía y Finanzas de los estados de la unión cuya moneda es el euro, al presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, al comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Oli Rehn, y a su propio presidente, Jeroen Dijsselbloem, a los que tampoco nadie puede votar o elegir.

El jueves de la semana pasada, el Fondo Monetario Internacional volvía a proponer recortes salariales hasta un 10% para crear empleo, y el presidente del Eurogrupo pedía a España trabajar "más largo y más duro", así como también más reforma laboral. Ninguno de ellos, repito, es elegible o votable en las próximas elecciones, circunscritas exclusivamente al Parlamento europeo.

El Parlamento Europeo, ha sido, en buena parte y con honrosas y reales excepciones, una institución harto criticada, cuyos miembros trabajan tres días a la semana, y viven, cobran y viajan a cuerpo de rey (tengo aún clavada en la memoria un programa de Salvados, de Jordi Évole, donde se describe con detalle la sibarita cotidianidad de gran parte de los europarlamentarios y la influencia de los lobis en su programación y agenda). Se reúnen una vez al mes en Estrasburgo, mientras que los comités y los grupos políticos y algunas sesiones complementarias tienen lugar en Bruselas. Por su parte, la Secretaría general del Parlamento Europeo, que a su vez cuenta con diez direcciones generales, tiene su sede en Luxemburgo, uno de los paraísos fiscales más atractivos de la UE (completamente legal, faltaría más).

¿Votar en mayo? Acuden a mi mente todas las personas que dieron su vida o su bienestar por el derecho a votar en una democracia, y me caben pocas dudas para acudir a las urnas. A la vez, acuden a mi mente esas mismas personas, que no entregaron su vida o su bienestar solo para ir a votar a instituciones que, de hecho, están desconectadas de los órganos realmente decisorios en los derechos y las libertades de la ciudadanía, lo cual es una real usurpación de la vida democrática, y concluyo que hace ya tiempo estaba indeciso, pero ahora ya no estoy tan seguro de ir a votar en mayo.

Profesor de Filosofía