Hoy estamos votando en EEUU. Votando porque la secular intervención de los yanquis en el mundo debería permitirnos, de cuando en cuando, participar activamente en sus asuntos que, por desgracia, son los nuestros. Tanto monta, monta tanto el Bush como el Kerry. Son muy suyos y que los electores americanos decidan. Tanto da que gane el uno o el otro: su voluntad de mandar está más allá de cualquier ideología (¿saben qué significa tal vocablo los USA?). Pero como no soy intervencionista, me abstendré, allá ellos con sus fantasmas. Y hablando del suave sabor de la hamburguesa, reparo en José Bono, por ese interés tan manchego de mezclar cuajo con leche de cabra o Quijotes con Sanchos (la conmemoración cervantina le ha cogido al frente de fragatas, aviones y marines). Nuestro ministro de Defensa (seguro que en los USA habría sido demócrata, porque no está bien visto ejercer de republicano) es un personaje sin par que, a buen seguro, y de haber nacido en Oregón o Montana, se llevaría de calle a los amantes de las palomitas, las salsas ligeras y las medias verdades. Ayer leía la entrevista que concedió a Natalia Figueroa y su personal visión de sí mismo (en primera persona): "Nací el 14 de diciembre de 1950 en Salobre (Albacete). Hacía frío y nevaba". ¿Cómo podemos dudar del preclaro infante, capaz de recordar tan adversa climatología? Los americanos, dados a votar niños precoces, se han perdido el presidente ideal, ese que confiesa no querer apuntarse a la falsa modestia del que dice: "Que es mejor perder que ganar, por mucho que lo cante Serrat". ¿Bush o Kerry? Bono.