Vox quiere dejar huella también en Aragón de su paso por las instituciones. De momento, triste, aunque ojalá no sea una huella profunda. A pesar de que la comunidad autónoma no fue uno de sus territorios fuertes en las distintas elecciones celebradas en los últimos meses, el partido de ultraderecha, aliado de PP y Ciudadanos en toda España, se ha dejado oír, y mucho, esta semana, por romper también en Zaragoza el consenso social que había en este país para hacer frente a la violencia machista. Los concejales y diputados de Vox en Aragón y Zaragoza (el único edil de Huesca, excepcionalmente, sí que permitió una declaración institucional en defensa de todas las mujeres maltratadas y en solidaridad con las víctimas de esta violencia de género) no han consentido que hubiera unanimidad en las instituciones para condenar esta lacra social que asola muchos países. Una vergüenza, que en el territorio aragonés no ha tenido el reproche de sus socios, con los que forma la triple derecha.

Eso es también muy triste. Vox exprime un sentimiento que desgraciadamente ha calado en una buena parte de la sociedad. Dicen que no solo la violencia la ejercen los hombres contra las mujeres, sino que también hay hombres que son víctimas de agresiones por parte de mujeres. Que hay mujeres que se inventan las agresiones... Que hay hombres, lesbianas que sufren... ¿Por qué no esgrimen los datos? Hay otros datos que sí son preocupantes. Vox es el primer partido entre los hombres de menos de 30 años y el segundo entre aquellos que tienen entre 30 y 45 años. Lo ideal sería que lo fuera no por sus planteamientos ideológicos y políticos (como decían aquellas jóvenes de un vídeo que se hizo viral en las redes), sino fruto del cabreo que hay entre la ciudadanía con los políticos en general, pero hay ocasiones en las que se pone en duda.

Pero si esto es preocupante y un insulto a una buena parte de la sociedad española, mucho más lo es que haya partidos que se han aliado a la ultraderecha en otros momentos y que ahora consienten que se rompa este consenso social sobre la violencia de género. Probablemente será el precio que tienen que pagar por los servicios prestados, pero es otro insulto. El alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, no estuvo nada acertado diciendo que era triste que no hubiera una declaración institucional contra la violencia de género y pidiera a todos los partidos que se muevan para intentar conseguir la unanimidad necesaria en un tema tan trascendental. No, alcalde. El que se tiene que mover es Vox, el mismo partido que le aupó hasta la Alcaldía de Zaragoza y que es el que tiene unos posicionamientos políticos en la materia totalmente distintos a los de los demás. Y la vicealcaldesa de Ciudadanos, Sara Fernández, también debería haber reprochado con contundencia la actitud de los ediles ultras, como hizo el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida. Bueno, todavía, más, porque es mujer y siempre se le ha visto muy comprometida con la causa. Como debe ser.

Pero al margen del boicot ultra, ¿por qué los grupos municipales no pueden redactar una declaración sobre la materia, excluyendo a Vox? No será institucional, pero se pondría más en evidencia, aunque da la impresión que eso les da igual, a los ediles del partido de Abascal. Y lo mismo ocurre en las Cortes de Aragón. Aunque no sea una resolución del parlamento porque ellos lo bloquean, todos los grupos podrían haber hecho una declaración como partidos posicionándose claramente en contra de la lacra de la violencia de género y reclamando y buscando unas soluciones que a Vox no parecen preocuparle lo más mínimo.

Podrá decirse que la extrema derecha ha conseguido que se hable de ella más que del asesinato de mujeres, pero no se puede dejar pasar este tipo de actitudes. Los medios de comunicación tenemos que utilizar la libertad de prensa, la libertad de expresión que en ese partido no distinguen mucho, para poner de relieve lo grave que es tener a un partido como Vox cerca de ti. Y PP y Ciudadanos deberían abrir los ojos. Ellos han blanqueado unas ideas y han conseguido hacer fuertes las tesis de un partido de los que la Unión Europea reniega. Y fruto de todos esos acuerdos nacionales van saliendo decisiones que ponen todavía más en peligro la convivencia. Las discrepancias en política son sanas, pero en estos casos son vergonzosas porque hay temas que tienen un consenso social y político desde hace tiempo y, como ocurre con el terrorismo (y así se pudo acabar con la banda ETA), no se le puede dar ningún tipo de oxígeno a quien hace el mal.

nespada@aragon.elperiodico.com