Es poco frecuente, pero puede llegar a ser mortal. De esa forma hablan los expertos del botulismo, una intoxicación provocada por una neurotoxina bacteriana, cuyos síntomas son: fatiga intensa, visión borrosa, debilidad, vómitos, diarrea, vértigo, problemas al tragar y dificultades para hablar. Casi la misma sintomatología que provoca la epidemia que en los últimos tiempos asola a la Hispania. Y es que el Voxtulismo está haciendo estragos. No es para menos, con manifestaciones como las que este partido político hace a través de los medios y redes sociales. La última en Twitter es para enmarcar. «Censurados». Así lo venden. Más de 24 horas sin poder tuitear y todo por una bobería de tuit sobre la polémica del pin parental, en el que para responder a Adriana Lastra (que en otro tuit calificaba a Vox de «retrógrado» por decidir que los padres tengan derecho a decidir qué educación quieren para sus hijos), acusaban al PSOE de pederastia.

Inofensiva respuesta, a la que Twitter ha reaccionado con la vacuna-norma (para evitar pandemias de orden mayor), que no es otra que la de «prohibir la difusión de contenido dirigido a incitar al odio».

Eso no es censura, caballeros, y menos contra ustedes, por ser vos quien sos. Se llaman reglas del juego, aplicables a todo bicho viviente que ose «amenazar, acosar o fomentar la violencia por motivo de raza, origen étnico, nacionalidad, orientación sexual, identidad de género, religión, edad, discapacidad o enfermedad». Solo es necesario retirar el contenido para que Twitter levante el veto y posibilite de nuevo la actividad de su usuario. ¿Cuál es el problema entonces? ¿El doble rasero de la empresa? Por favor, atajen el Voxtulismo ya.

*Periodista y profesora de universidad